El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

viernes, 28 de septiembre de 2012

52.- El sur de Sicilia hasta Carloforte


Partir de Siracusa costó tiempo.
Los trámites para devolver el coche y los de la marina impidió salir antes de las 10 de la mañana.

Salí del atraque con un SE de fuerza 4 que permitió navegar a vela a velocidades entre 5,5 y 7 nudos. Costó pasar Cabo Passero sin tener que hacer bordo.


El plan de navegación en el sur de Sicilia era navegar con luz y descansar por la noche.
Tenía previstas tres noches hasta llegar a la isla de Favignana, desde donde haría el salto a Cerdeña.
No quería navegar de noche porque ya me tocaría hacerlo en los saltos a las islas de Cerdeña y Menorca y finalmente a Barcelona y quería hacerlo relajado y tranquilo.

La primera noche sólo navegué 50 millas para fondear en Pozzallo,
a resguardo del puerto, en fondo de arena de 2,5 m.


Al día siguiente levanté el fondeo a las 5,45 horas y puse rumbo a Empedocle.
Serían unas 75 millas y quería llegar antes del anochecer.

No hay nada de viento.
Al amanecer un NE de fuerza 3 pero que apenas duró una hora.
La previsión era de no viento.
No mar. Motor.






La costa es monótona, con pocos sitios donde recalar.
Curiosas las dos plataformas petroleras que encuentro en la derrota.







En las montañas veo los generadores eólicos que sí reciben viento, sin embargo en la superficie, donde navego, no hay nada. El anemómetro marca cero nudos.

Al llegar al puerto de Empedocle, a pesar de haberlo visto y leído en el derrotero,
no veo ningún sitio adecuado y con sonda suficiente como para atracar y pasar la noche.
Por eso decido hacerlo en la dársena del antepuerto, donde también había fondeado un catamarán. Largué allí la cadena en una sonda de 3 metros de lodos.
Lodos que al día siguiente costó mucho limpiar de la cadena y el ancla.

Había preparado dos espléndidos lomos de atún para hacer mojama. Después de algunos días en sal decidí exponerlos a secar en la popa.


A las 6 de la mañana levanté el fondeo y puse rumbo a Marsala.
Navegué con viente de E y SE de fuerza 3 y 45 que fue arreciando hasta un fuerza 6 al llegar al puerto, donde atraqué.

La ciudad de Marsala vale la pena visitar.
Arquitectónica, con historia, población activa, joven y elegante.

La puerta Garibaldi

Tratorías para disfrutar. Música en las calles. Animación en las terrazas.

Su mercado. Pescados, verduras, y arte durante el día. De noche, bares de copa.


Tras un par de días de descanso en Marsala, y arreglar algunas cosas del barco,
decidí marchar y poner rumbo a Carloforte.
Quise visitar Favignana y navegar hasta Vilasimius por hacer el trayecto más corto.
Pero viendo la meteo y el mal tiempo presente y el que se avecinaba, decidí aprovechar una “ventana” de mejor tiempo y marchar directamente a Carloforte.

Después de repostar combustible, a las 16 horas,
pongo rumbo a Carloforte donde preveo llegar sobre las 12 del mediodía, dos días después.

En la popa queda Marsala,
con un cielo gris presagio del tiempo que se avecina:



Efectivamente no me equivoqué.
Navegué con mar de leva de W y viento de N de fuerza 4
y recibí algún chubasco y continuos roles de viento.
Hasta que se estabilizó y pude hacer casi toda la travesía a vela.

Las islas de Marettimo y Favignana, destinos para otra ocasión:

La navegación ha sido algo dura por el mar, pero gratificante al poder navegar a vela.
Una noche, otra noche, y al alba ya pude divisar costa,
y las famosas islas de Toro y Vaca,
en las proximidades al canal de Isola San Pietro para entrar en Carloforte:


Carloforte ya es conocido.
Cuatro veces estuve en este puerto.
El marinero ya me conoce y saluda efusivamente.
Todo son atenciones y bienestar en este entrañador pueblecito.


Aquí preparo el último salto hacia España.
Las compras para los últimos días, planificar la ruta, decidir si entrar en Menorca o no por aquello de hacer la travesía más corta y descansar o hacerlo directamente navegando directo rumbo a Barcelona.


 Pienso qué quiero hacer. Qué debo hacer. Qué me pide mi mente.
Tengo ganas de volver.

Pienso que ahora estoy viviendo una situación
a como si volviese del supermercado con las bolsas de la compra hacia casa.
Ya he vivido Grecia, hace unos días. Ahora vuelvo.

Analizo cada día la previsión meteorológica.
Veo mal tiempo en Baleares.

Pero observo que hay una posibilidad de navegar de través o a un descuartelar
a partir de la madrugada del domingo.
Y he decidido partir un poco antes del ocaso del sábado. Serán tres días de navegación, pero así el martes podría estar en Barcelona.
Veo posibilidad de vientos favorables,
y unas últimas 30 ó 40 millas de calmas donde tendré que poner el motor.

Me saltaré Menorca, sí.
Ahora no me interesan los sitios del camino.
Este regreso, largo regreso de casi mil millas, no forma parte de mis intereses.
Pero he de vivirlo.

Es largo el camino, pero es potente la vivencia.
Descanso donde descanso, donde estoy. Si navego, allí. Si en puerto o fondeado, también.
Noto que el barco me pide llegar, y yo también.
En el libro de bitácora leo que llevo navegadas este verano
2.769 millas, en 81 singladuras.

Menorca y los amigos de allí,
que conocí en Argostoli con el Ralip,
no serán un algo de paso,
sino algo importante que vivir y disfrutar como se merecen pero en otra ocasión.

1 comentario:

Mª José dijo...

Que tu regreso sea tan gratificante como el camino.