El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

domingo, 30 de mayo de 2010

21.- La primavera de Barcelona.

Estoy viviendo la primavera. Mi primavera. Todavía renquea el otoño en mi interior. Pero la primavera está llegando. La siento, la huelo. Aunque a veces se va. Pero vuelve. La presiento.

La primavera tiene eso. Que remueve las cosas de dentro. Y hay que estar atentos para no dejarnos arrollar. Para poder seguir nuestro rumbo. Para poder seguir disfrutando de lo que nos damos cuenta que somos.


Miro atrás y tengo la tentación de arrepentirme de los “errores de la vida”. Es una tentación, sí. Porque lo que espontáneamente “sale” es decir “me arrepiento de los errores cometidos”. Y no, ¡cuántas veces me he equivocado!, ¡cuántas!. Pero siempre he actuado como creí que debía hacerlo. La vida no se vive dos veces.

Los “errores de la vida” son las decisiones de cada momento, 
vistas desde otra perspectiva. Pero vida.

Si viviéramos más el presente, si tomásemos más consciencia de mi momento actual,
no sufriríamos tanto.




La primavera de Barcelona ya está aquí. Y sus inviernos, que vienen y van, sin querer marchar. Barcelona da mucho juego. Como cualquier gran ciudad. Está bonita ahora Barcelona, con su primavera por los cuatro costados. Cada vez hay más flores y plantas en la ciudad. Y turistas. El sol se filtra en tonos cálidos y alegres por el enjarretado de ramas y hojas de sus múltiples árboles de las Ramblas.



En mi deambular por sus calles y plazas pienso en mi idea de “navegar”. Aquellas inquietudes y deseos de hacerme a la mar, que un día forjé. Y que ahora no alimentan más mi alma. En mi falta de interés. Pienso en el contraste de intereses, inquietudes, amores. Navegar en solitario no es ya lo que deseo. Solitario a bordo. Solitario en tierra. Quizás sea el “marinero en tierra” de Alberti. ¡Cuántos “marineros en tierra” alimentan los mares y las pasiones de navegar!.

Y por la tierra navego. Navego en un estupendo curso sobre motores diésel en la fábrica de Solé Diesel. Aprecio y admiro el tesón de su gente, en el esfuerzo por avanzar y desarrollar la empresa. En el afán de mejora y superación de sus productos. Todo un modelo. Gracias.



Ahora ya sé más sobre los motores.
No creo que me sirva para mi pobre coche, con un montón de kilómetros en su haber,
y a punto de fenecer.
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Y navego por el Born. Su gente. Sus turistas. El Xampanyet. Siempre está ahí el Xampanyet con su cálida acogida. Y Nadia que siempre me dice que me vaya a Marruecos con ella, que me enseñará mejor su tierra.
¡Qué utopía!


Hay que hacer un curso de filosofía por las paredes del Xampanyet. Y una práctica de vida por los suelos del Xampanet.


¡Tiene tanto para vivir Barcelona!. En su gótico, en sus bares, en sus plazas. Un día se sucede tras otro como un rosario sus cuentas. Y las experiencias vividas se suceden de la misma forma, a su ritmo, una tras otra, sus vivencias. Sus olores. Sus pensamientos.

Como este concierto en la Plaza del Rey:



O este sustituto en el “Bosc de les Fades”, frente al Museo de Cera.






Para continuar en una sesión de “suwing” en el Apolo.





Con jóvenes y prometedores músicos que tiempos atrás conocí en la Sitjazz Band.




Como tampoco puede dejarse pasar “La Bodegueta” del Paralelo, una pastelería convertida en bar




¿Y qué tal un concierto callejero de piano en la Rambla?.



También sus músicos. Artistas callejeros de Barcelna, que hacen el placer de viandantes, con bancos para sentarse, como antes. Como hace un montón de años, cuando éramos pequeños y paseábamos como máxima distracción por el “tontódromo”, sin gastar un duro que no teníamos. Y me siento en un banco. A deleitarme. A compartir su música. Me siento en un banco sin  vergüenza, sin reparo. Como en la mejor platea. Pero siento la música. Siento la gente. Siento que vivo.



Y una navegadita con un grupo de amigos por Barcelona.
Ya está aquí el buen tiempo. Navegamos un grupo de amigos y amigas.
Nuevos amigos y amigas, de aquellos que te dan vida.
Yo pongo el barco. Ellos, comida y bebida para compartir.
Compartimos tiempo. Ilusiones. Alegrías. Y miserias, miserias pasadas para enterrar y olvidar.



Y ahora preparamos una salida de una semanita al parque natural de Cabrera. Otra vez a Cabrera. Sí, pero ahora para disfrutarla. Disfrutarla más. Nada ni nadie me pide que me quede aquí.

martes, 25 de mayo de 2010

20.- Marinero en tierra (Rafael Alberti)




Dime tú,

¿Dónde estás, marinero?.

Mi niña se ha ido al monte,
a buscar chinas del río.
Y perdió la brisa del mar,
y el reír de su gente,
y los amigos.

Mi niña añora el mar
y sus chinas y conchas,
para hacerse un collar
que le dé la alegría
de saber que ha vivido

y cada concha le recuerde
el cariño de los amigos
del camino.

Ya no ve en el horizonte
cómo despunta el alba,
de su alma en vilo.

Oh,
¡ya estás tiritando de frío!.

E.H. 
.

martes, 18 de mayo de 2010

19.- En las sombras de tus velas

Mi amiga Pilar me ha enviado este bonito poema:





Voy contigo sin poder estar contigo....
En mi sueño las huellas de Telémaco surcan mi memoria
Hay un momento...
el mar en la mañana
el luminoso azul...
Voy contigo sin poder estar ahí...
Me cubro de cenizas tratando de encontrar el calor del fuego
el calor de una vela que desata nudos en un cielo sin limites
apretando a cada milla nuestro lazo
Voy contigo....
Envuelta en las sombras de tus velas.

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sábado, 15 de mayo de 2010

18.- En Barcelona.

Estar en Barcelona es estar en casa. Como cuando estás donde estés, que siempre debes sentirte “en casa”. Claro, que hoy domingo es Santa Mafalda. He de darle gracias a Mafalda por estar donde estoy y sentirme como me siento.

He de dar gracias al destino. El destino es mi llanto, el destino es mi canto. Es mi sino. El destino es mi suerte de vivir. Sé que me depara buenas cosas, y quiero estar preparado para ello.
De momento, un encuentro entrañable y cariñoso con mis nietas. Inés me quiso obsequiar con una “reina maga” que me traería suerte:



Y quiso que les acompañase al oficio religioso del domingo, cosa que hice gustoso. “Tú me lo explicas todo”, me decían tanto Inés como María. Aunque María estaba más pendiente de su “hijito”.



...”Hay mil millones de estrellas
en esta noche que ahora negra ves
en el desierto un oasis te espera
aunque sólo arena veas.

No existirá sonrisa sin llanto
Y sin guerra una paz.
No habrá una esperanza si no existe el dolor
Sin lucha no hay amor...”
Laaa, laraláaa, laralaraláaa, …





Los días son espléndidos en Sitges. Sus terracitas, sus paseos, su ribera. La primavera ya está aquí. Pienso en los sentimientos del mar. Pienso en lo que dice Eva:

“...El mar es un lugar misterioso y frío,
para mí el mayor misterio es
el cálido y enorme corazón
que tienen las gentes de mar.”


Eso es. Eso es lo que quiso decir ese primer Rik entregando el corazón al mar, borracho de literatura, pasional. Pero olvidó la vida, la vida misma que ahora recupera con plenitud, con más, mucha más plenitud.

Los días acompañan, a ratos. La temperatura, que va subiendo, dista mucho de la del sur. Tenemos 14ºC en Barcelona, pero 24ºC en Málaga. Hay que ir a calentarse para abajo. El sur, el sur. ¿Qué tiene el sur?.



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Son las tres de la tarde. Es hora de darse prisa. He de ir a Barcelona, a acompañar a un amigo a una subasta.

Nunca fui a una casa de subastas. Interesante la experiencia. Una sala alargada, con sabor a antiguo, sabor a viejo rancio, con una gran colección de sillas y sillones de todas formas y estilos para sentarse. Un catálogo muy extenso de cosas variadas para subastar. Y náuticos: compás, lámparas de latón, sextantes. Poco a poco va llegando el público. Casi todos mayores de 55 años, la mayoría mujeres. Se sirven bebidas, limonadas, cubitos, refrescos. ¡Hay quien va a pasar la tarde!. Entran dos chicas jóvenes de unos 35 años, guapas, sofisticadas, arregladas, atractivas, muy atractivas, con su catálogo bajo el brazo y su tarjeta para las pujas. Todas las tarjetas tienen una numeración, previamente identificados sus portadores. La de las chicas ví que decía “69”, y me saltaron los ojillos. Y más aún cuando me pidieron de sentarse a mi lado. Jejeje. ¡Y no miento!. A Vanesa no le importó que dejara constancia:


Se subastaron varios artículos náuticos de colección: bitácoras, compases, cajas de instrumentos, sextantes. Varios. Unas verdaderas joyas de colección, dignas de admirar.

Vanesa me confesó que venía a pujar por unas estatuas. “Pata negra”. Elegante, bien vestida. Medias negras ajustadas, con botines a la moda, tacones de aguja. Reloj potente de marca, de diseño, enorme, con gruesa correa, moderno como no podía ser de otra forma. Pecosa con gracias, sugerente. Melena rizada por los hombros. Manos finas, cuidadas, uñas sin pintar, manicura. Pero masca chicle, ¡oh!. No me pega, aunque el lugar puede tolerarlo, y la edad también. Pero no. No pega, no corresponde. Las dos amigas con sus teléfono móviles conectadas en todo momento. Mensajitos. Viste camisa de seda, con finas rallas blancas y azules. ¡Marinera!, pensé yo. ¿En qué estaría yo pensando?. Un gran bolso de diseño y marca, para guardar esa gran cantidad de cosa que se acumulan en los bolsos y que casi nunca se encuentran cuando se buscan, ni el móvil aunque esté sonando. Claro, que el móvil lo tenían en la mano todo el rato. Estas chicas son lo mejor de la sala, ¡y no se subastan!. El 69 resultó que no era tal, sino 369. ¡Qué juguetón el 3!.

Poco a poco se va llenando la sala. Ningún asiento disponible. De pie por los pasillos.

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La semana ha resultado estupenda. Mirando el mar de reojo. Y el tiempo, tan cambiante. Y degustando el placer de una buena paella en esta casita tan cuca:



¡Qué vistas más bonitas y relajantes!. Decía su propietaria que aunque vivía sola, le acompañaba siempre la vista. Que la perspectiva le acompañaba, le hacía compañía.

¡Y llegó el momento de trasladar el barco al Port Olimpic!. El día no acompañaba, amenazaba lluvia, pero entrado el día. Así, que Toni me acompañó y a primera hora de la mañana largamos amarras. Apenas había viento, fuerza 2, y de norte. Así que navegamos con mar llana y a motor las casi cuatro millas que nos separaban.

Adiós, Badalona. Ahí quedan buenos amigos, Toni, Juan, Susana, Jesús, Victor, Emma. Volveremos a vernos, que no voy lejos. Volveré. ¿La semana próxima?. ¿Dentro de unos días?. Pronto, pronto.


Navegamos al través la “nueva Barcelona”, la zona del Forum, sus nuevos edificios vanguardistas.



Y enseguida en la proa tenemos el Port Olimpic, sus torres emblemáticas, y el Hotel Vela, apenas perceptible en la lejanía.

Vamos a poner las defensas y prepara la maniobra para el atraque. Avisamos por radio a la marina, y procedemos a enfilar las boyas de aproximación. ¡Ya estamos en casa!.


Y la tormenta, ya está la tormenta. Lluvia como nunca. 



En Málaga no, en Málaga hay sol radiante y me dicen que ocho grados más de temperatura. ¡No se puede tener todo en la vida!. Muchos renuncian a lo obvio, y lo que desean, por lo que les parece “les conviene”. Y, mientras, la vida pasa. Aquí sí que pasa el tren de la vida. Yo no quiero estar en la estación esperando ese tren. Quiero vivir fuera del tren. Aire, Quiero aire. Y terracitas, Y sol con unas tapitas.

domingo, 9 de mayo de 2010

17.- Reflexiones sobre el pequeño azul.

(Dedicado a un solitario capitán).
Por “Roger Rabit”, LTP.
El jueves 06.05.2010, a las 23:28
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La última vez que le vi, nos despedíamos deprisa sobre las maderas de un pantalán flotante. El tímido reflejo del sol sobre la casi durmiente Gades se llevó los últimos aromas de espuma de sal, y de casas teñidas de colores fríos un poco más al sur. Entre las montañas del Rif que imaginaba sumergiéndose en la sombra de sus propias cimas. Con las mismas gentes que se agolpaban aún en mi retina, sentadas en los arcos de las estrechas calles pero casi sin vida. Como si durante la noche permaneciesen inmóviles esperando el alba para volver a desplegar sus objetos para la venta un día y otro. Animados por el calor inhóspito del sol.



...

Anochecido, el camino de vuelta nos envolvió en cansancio. El autobús de línea recorría impasible los minutos al lado de la línea discontínua. Me alejaba del azul, volvía a la formalidad de lo cotidiano. Entraba de nuevo en mi vida entre las brumas de la luz, el chapoteo de los delfines y las voces casi cercanas de amigos que estaban ya, objetivamente, lejos.
...

Pensé un rato en él. En su mundo. En su cotidianidad metódicamente construida. Pensé en cómo mi normalidad podía equipararse sin paliativos con sus excepciones. Esa noche, los cajones y armarios perfectamente estibados y clasificados de su barco, su hogar, volverían a abrirse para equipar la mesa. O quizá no fuese así, y con sus temporales invitados recorrería las calles de la milenaria para buscar un lugar donde ser atendidos.
...

Pensé que estaba solo en medio de todos nosotros. Pero solitario no es el adjetivo. Pensé con envidia en cómo reinaba en su mundo. Cómo modelaba su entorno. Cerré un poco los ojos, mecido por la butaca e imaginé el proceso de creación del confort que su ordenado criterio precisaba. Recordé sus culebrillas y sus batallas para domarlas. Y pensé que, en el mismo lugar donde había vivido inmerso en una pequeña comunidad, otra comunidad crearía otras experiencias. Otra dinámica. Otras fuerzas que determinarían rumbos y horarios. Otras fotografías impresas en retinas distintas que a su vez, volverían en oleadas a sus particulares cotidianidades. Mientras él, soberano, surcaba el pequeño azul inmerso en un orden que moduló sin duda a todos los que lo compartimos. El era el elemento inmutable, que se transmutaba sutilmente para no variar. Para continuar en una línea predecible.
...

Solitario no es un estado, sino una melancolía.
En su mundo la melancolía no encontraba, en aquella despedida, ninguno de los espacios de estiba. Hoy se siente solitario. Quizá haya anidado en algún rincón escondido de la sentina.
...

Pero se, aunque el no lo sepa, que se achicará rápido. Porque toda la melancolía se vierte, inexorablemente, al Mar. Y allí se diluirá bajo el fresco poniente, para desaparecer oculta bajo los destellos del verano.
...

Ánimo, capitán.

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Gracias, Roger. 
Tengo confianza en la vida. Lo que me pasa es un regalo del destino, que me depara mejores cosas.


jueves, 6 de mayo de 2010

16.- Regreso a Barcelona desde Palma.

El día está lluvioso. No apetece nada largar amarras. Pero ya he decidido marchar y regresar a Barcelona. Quiero enfocar una nueva vida, y una nueva forma de ver el mar y navegar.

Mis ideales y fantasías sobre el navegar los he modulado. Han tenido una metamorfosis. Pero eso lo dejaré para explicarlo otro día. Otro día, una vez en Barcelona, abriré mi mente con mis conclusiones sobre el mar y mi afición. Ahora toca largar amarras en Palma y enfila la bahía. Preciosa Bahía de Palma, con el castillo de Bellver vigilante.

Llueve. Entra el “embat”. Largo las amarras con cuidado de no tropezar con los “muertos” de los vecinos de amarre. Tengo dificultades para maniobrar debido a que sale algún velero sin motor. Pero salgo. Poco a poco enfilo las dársenas del puerto deportivo, y la bocana. Por radio, me despido del Club Náutico de Palma y les agradezco las atenciones que han tenido conmigo, que las considero de alto contenido. Gracias. Y todavía me toca maniobrar para franquear paso a un trasatlántico de pasaje, con maniobra restringida, como no podría ser de otra manera, intentando entrar para atracar.

¡Arriba las velas!. Todo el trapo arriba. Mayor, y génova. Y enfilo tranquilo y en paz la punta de Cala Figuera. Y el islote del Toreto. y la Isla de Dragonera. Por radio hablo con Ignacio, del “Pérfida Albión” que ponía rumbo a Valencia con viento portante por su aleta de estribor.

Y ya estoy en el canal de Dragonera. Ciñendo.


Ha dejado de llover. Pare que despeja por mi proa. Pero el cielo sigue cubierto aún. El ambiente es fresco. Digo adiós a Mallorca. Digo adiós.



Voy comunicando con el “Pérfida Albión” periódicamente mientras vamos distanciándonos. No nos vemos, pero nos sentimos. Hasta que ya no tenemos comunicación. Pero aún entonces yo sigo viéndolo en el AIS, y veo que va navegando bien a vela con vientos portantes rumbo directo a Valencia.

Al anochecer, con el ocaso, avisto algo flotando. Hay apenas 15 millas a Dragonera. Maniobro para acercarme esa media milla que me separa. ¿Un naufragio?, ¿una patera?. Me acerco. Ya está, ahí está.
Aviso por radio a Salvamento Marítimo de Palma, y les doy posición y detalles de su estado. No hay nadie a bordo. Es media patera. Quizás resto de un naufragio. ¿Un abandono?. ¿Cuántas personas han entregado, sin querer, sus vida al mar por huir de sus orígenes hacia una ilusión?. Pienso en todas esa enorme cantidad de anécdotas y sufrimientos de esta gente.




Nosotros también huimos en pateras. Pateras de papel. Nos rebelamos de lo que vivimos, de lo que tenemos. Renunciamos a nuestra vida actual, con la ilusión de poder alcanzar otra que creemos mejor. Despreciamos las vivencias actuales y nos imaginamos una fantasía que difícilmente se alcanza. ¿No es mejor arreglar “nuestra casa” para hacerla más confortable?. ¿No disfrutaré más mi vida “sitiéndola”?. La vida es un tiovivo, con subidas y bajadas. Sus momentos buenos, y los malos. Y saberlos administrar, saberlos ver y sentir, saberlos superar es lo que nos da vida. Y si todo eso podemos hacerlo en pareja, con confianza e ilusión, con diálogo y entrega, mucho mejor. ¿Por qué tenemos los humanos tantas y tantas pateras de papel?.

Y con estos pensamiento llega la noche. Enciendo las luces de navegación. Y llega el frío. Realmente, no gusta navegar en esta época del año. ¡Y eso que ahora ya es primavera!. Cada vez veo más claro que no me gustan estas penalidades. Y pienso que por qué habría yo llevado al extremo la fantasía de navegar. Pienso. Me observo.

Tengo frío. Cojo humedad. Me confié en el buen clima de Palma, y su calorcito “veraniego”, y no me abrigué suficiente. Tampoco puse la calefacción en el barco, cosa que debería haber hecho. Frío. He cogido frío.

Cae el viento. Fuerza 2, de poniente. Quito el génova, y pongo el motor. La noche, a motor. Enciendo el radar y pongo dos alarmas, una alrededor del barco, otra a dos millas desde su amura de babor a la de estribor. Ceno. Duermo a ratitos. Estoy en el dispositivo de tráfico entre Palma y Barcelona. Me alcanzan ferries. Gracias al AIS los detecto perfectamente. Y me detectan a mí, está clarísimo. Todos me pasan a media milla. Otros barcos me cortan la proa durante la travesía, los que entran o salen de Valencia o Castellón. Ahí voy, cabeceando hacia Barcelona. Hay luna. Tengo algo de visibilidad.

Y el alba me trae el día. Despejado. Viento de poniente, fuerza 4.



Avisto delfines a la altura de Columbretes, aunque no las diviso por mi babor.



Y con este viento portante entro en el puerto de Badalona. Telémaco descansa ahí. Yo también, pero en mi piso en Sitges.

La otra noche vino Jordi a cenar a casa. Y con risas comentábamos la diferencia entre un piso y un barco. Decía “hace un montón de tiempo que no me siento en un sofá de un piso”. Y podíamos poner los pies por alto. Y caminar por el salón sin tropezar ni rozarnos como en el barco cuando hay más de uno. Y el lavavajillas, y el micro-ondas, y la bañera. Uff, ¿qué es lo que nos pasa, por qué leeremos tanto de todo esto que no nos hace la vida fácil?. Mejor no pensar. ¿O sí?.

Sigo en el cuerpo con el frío que cogí navegando. Me siento constipado. Tengo frío en el cuerpo. Frío en el alma. Calor en la cabeza. Mejor no pensar, y abrigarme.