El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

viernes, 30 de abril de 2010

15.- Aquella vez…



                       Cuando la primavera llega a Andalucía,
                       las tierras se visten de fuego,
                       los soles de arena,
                       de día salen luceros
                       y también de noche;
                       y lunas,
                       muchas lunas tibias de platas cálidas.



                       En la alameda nocturna
                       de estrellas centelleantes,
                       entre las rosas y violetas de tu jardín,
                       pétalos abiertos, desnudos,
                       sangrantes,
                       de rosas que llorando ríen,
                       y marchitan, agonizan,

                       contemplándote.




                       ¡Y las estrellas te están mirando!.

                       Sobre las olas; el silencio, la noche,

                       recuerdo…

jueves, 29 de abril de 2010

14.- Ahora, a disfrutar de Palma de Mallorca.

Hoy ha sido un día movidito. Muy activo todo el día. El sol aprieta ya y están patentes las sensaciones incipientes del verano.

Como asisto al Salón Náutico de Palma tengo reuniones y encuentros con diversas personas y organismos. Hoy, esta mañana, ha tocado la política. Una reunión con los responsables de Puertos. Y, mientras esperaba el inicio de la reunión contemplé esta espléndida vista del puerto deportivo de Palma:

En primer plano se aprecian estos preciosos veleros clásicos
(Telémaco está atracado justo a su ladito),
y al fondo ese “bosque” de palos de veleros de todo tipo.








Estoy tremendamente ocupado todo el día, y apenas me queda tiempo para el relax. El Salón Náutico, las reuniones, los encuentros, las visitas. Me gustaría disponer de algo de tiempo para la lectura. Y para escribir. Pero la actividad me sienta bien. Aunque, cuando actúo también pienso. Pero es distinto.

Los amigos están activos. Son positivos y alegres. Limpios. Almorzamos juntos, como tantos días, entre una  y otra actividad del Salón Náutico:


Hoy he debido solucionar un problemilla en el circuito de refrigeración de Telémaco, que perdía líquido refrigerante por una de las bridas de un tubo. Ya está arreglado. Refuerzo las bridas y repongo líquido refrigerante. Repaso el motor, y lo dispongo para poder salir tranquilo cuando largue rumbo a Barcelona a final de semana.

He estado buena parte del día activo buscando amarre en Barcelona. Ya lo encontré. Los amigos. Esas puertas abiertas que intento dejar cuando circulo por la vida. Esa puerta ahora me acoge de nuevo. Marcharé al puerto de Badalona. De él salí en marzo.

Por primera vez entré en Badalona en enero pasado. Lo hice con una preocupación personal, un desasosiego por no sé qué. Me dijeron “¡qué bien!, ahora estaremos más cerquita”. Y, sin saberlo ni apenas darme cuenta, mi subconsciente fue poniendo más y más distancia. Para ahora mi pesar. No supe administrar mi crisis de entonces. Me place, a pesar de todo, saber que hoy tengo la experiencia de esa vivencia que ha resultado tan negativa. No me volverá a pasar.

Ahora entraré en Badalona, como en aquél enero. Haré como un revivir. Un rebobinar en lo que ya no pudo ser, con la esperanza de disfrutarlo mejor y más sabiamente. Y esperaré. Esperaré plácidamente a que el tiempo me muestre su mejor cara. Las cosas en la vida nunca suceden por casualidad. El destino es sensato, mucho más que nosotros. Será la sensatez de lo que no entendemos.

Tengo ganas, me lo está pidiendo ahora el cuerpo, de regresar a Barcelona. Ya me he cansado de navegar. Me he cansado de saber que no tengo ganas de ir a otro sitio más que a aquél. Disfrutaré de Telémaco en esos días estupendo que ahora nos esperan, soleados, limpios, brillantes de primavera. Pero también disfrutaré de mis nietas, de la familia, de los amigos, quizás de mi amiga, quizás, y de la ciudad.

Y, entre uno y otro día, quiero bajar unos días al sur. Ojala mi amiga se anime a acompañarme. Voy a ir a Málaga. Y Almería. Y no sé dónde más. Unos días. ¿Una semanita?. ¿Dos?. ¿Solo?. ¿Acompañado?. A saludar amigos y tomar unas inyecciones de alegría y optimismo. Sentarme en una de aquellas terracitas a contemplar el paisaje y la gente mientras tomo una copita de buen vino. Y saludar y vivir la familia.

He aprovechado parte de la tarde para “asuntos propios”. Como cortarme el cabello. Quiero entrar en Barcelona con “cabellera” nueva. 10€ todo. En Marruecos me resultó más barato: 1 €, el 10%. Esa es en muchos casos la relación de precios existentes. 



Bea, mientras me corta el cabello con su maquinita me comenta que muchos residentes extranjeros están marchando a otros parajes. ¿Será cierto?. Otros amigos en el mercado inmobiliario me lo confirman. También, en el Salón Náutico, algunas marinas peninsulares.





Y también envío en Correos una carta certificada a mi amiga. Quedan pocos leones de éstos. Recuerdo los de Cádiz, en la Plaza de las Flores. De pequeño me daba miedo introducir la mano por la boca de uno de ellos. Es como entrar en lo desconocido. Es algo así como algo misterioso, enigmático. Magia. Yo envío mi carta, con todo mi cariño, y le pido al león que sea benevolente conmigo y con su destinataria. Pienso que siempre habrá un león por medio. El rey de la selva. La selva de la vida en la gran ciudad.



Y por la noche, una terracita en las Atarazanas, con un vino y luna llena. Sí, es luna llena. ¡Qué bien, qué placer, que navegaré con buena luna hacia la península!. He analizado las previsiones meteorológicas para el fin de semana, y parece que presentan buen augurio. Todo me acompaña, todo es positivo.

Hoy es un día importante. He nacido de nuevo. Es mi resurrección. Me he redimido. Estoy activo. Consciente de cuanto hago. Preparo mi navegación a Barcelona. Envío mi carta. Me corto el cabello. Escribo un importante correo electrónico, muy importante para mi. Almuerzo con los compañeros. Reservo mi amarre. Me siento con coraje. Estoy vivo.

miércoles, 28 de abril de 2010

13.- Cabrera a Palma de Mallorca. La estancia en Palma.

Levantar el fondeo a vela es una delicia. El día estaba lluvioso, amenazaba más agua. Sólo un barco en el fondeadero. Son la 0800 de la mañana y sopla un NE de fuerza 5.

El único barco que quedó en el fondeo

Pronto empieza a llover. Se ve poco más allá de una milla. Pongo rumbo a la bahía de Palma. Me espera el puerto a unas 27 millas.

Cabrera queda en la popa. Lluvioso.


Poco a poco va entrando el agua. Llueve sin piedad. Ya me puse el traje de aguas antes de abandonar el fondeo. Y las botas.

He conectado el radar. Localizo al poco dos grandes barcos de crucero, uno que me corta la proa a una milla desde mi estribor, y otro que me da alcance a los 15 minutos, desde mi babor. Todos vamos para allá.

Con agua por arriba, y agua por abajo, decido hacer poca cosa para la comida del almuerzo: unas tostadas horneadas con jamón y queso y unas hierbecitas:



Enfilo la Bahía de Palma. Hay multitud de barcos con Ais. Es realmente duro y frío navegar en invierno.



La estancia en Palma ha sido dura. Dura al llegar, porque me enviaron malas noticias de alguien cercano, y tuve que recibirlas de la mejor manera. Y el día tampoco acompañó, tan triste y lluvioso. Y luego viví estos días con su peso. Y ante mi dolor, reconozco la vida que he hecho hoy, las dificultades que la meteo y navegación me han traído y cómo las he superado con mi propio esfuerzo.



Me centro en lo que es necesario hacer y así tengo menos tiempo para revivir el dolor. Me centro en lo que la vida me está pidiendo ahora. En lo que me está ofreciendo ahora. Me ayuda a limpiar y sacar lo que ya no es necesario. Y abro mi mente para que entren cosas nuevas en mi vida. “¿Cómo puedo soportar amarte si sé que un día puedo perderte?”

Amo este día. Amo mi vida. Deseo ser consciente de mis vivencias. Pienso en las personas, en las relaciones que creemos de amor. 


Palma la veo positiva, me da energía. Pero me siento extraño e inestable aquí. ¿puede ser que tenga crisis existencial?. Tengo pensamientos que me abren las heridas, y quiero rechazarlos, no puedo permitir que entren en mi intimidad.

Ya en Palma de Mallorca, me dedico a deambular por sus calles. La Catedral, el Borne, las Atarazanas. La judería. ¡Cuánta historia y vida en estas calles!. Es Sant Jordi. En Catalunya es costumbre regalar rosas y libros. Yo regalo rosas. Me han salido del alma. Los libros los regalo durante el año. Los que tengo, los que no volveré a leer posiblemente más.

Solo, descubro el Bar España, cercano a la Plaza Mayor. “Comidas, Pinchos, Tapas”, dice la nota. El bar está lleno de gente que se comunican con un tono de voz alto, como en el sur. Me recuerda el sur. Ese sur que tanto nos une y a donde queremos ir. ¡Tenemos que ir al sur!.


Ahora me cuesta conciliar el sueño. No lo tengo. Camino y camino por sus calles. Se me revuelve la mente. Vivo el jazz en  “Jazz Voyeur” de la calle Apuntadores.



Un músico sin guitarra.


Ahí me entrego al ritmo y me dejo llevar por el jazz. La mente está viva de recuerdos que quiero expulsar pero que vuelven, los muy traidores y crueles.

Voy a poner un cartel en mi alma:


No sé qué hacer con el barco. Estoy solitario. Navegaré solitario. Quiero estar solitario. Lo necesito. No lo deseo. Mi alma lo necesita. Necesito relax. Los amigos acompañan por fuera. Los recuerdos, dentro. 

Pienso que me gustaría recibir un abrazo. Es curioso. Recuerdo un grupo de voluntarios que se ofrecían para dar “abrazos gratis” a la gente en una salida del metro de la Plaza de Catalunya, en Barcelona. ¿Tendrían aquellos abrazos los mismos efectos de los que ahora me gustaría gozar?. Me gustaría sentir ese abrazo. ¿Hago bien en decirlo?. ¿Por qué no?. ¿Por qué no solemos manifestar los sentimientos?. No sé, no sé. Algo nos perdemos si no lo hacemos.

Me invitan a la inauguración del “Café de Cuba”:



El deambular de su gente por sus calles y paseos en Palma me distrae. Me evade. Apenas dejo actuar el pensamiento.

Recuerdo cómo, a la sombra de un pino, en una pista de esquí este pasado mes de enero, en un remanso sin nieve, me senté sobre sus hojas caídas. Solo. Necesitaba pensar. “He querido estar aquí, pero también deseo marchar”, recuerdo que pensaba. Pasaban más esquiadores de los que imaginaba. Pensaba que era una pista poco frecuentada. Y allí, alejado del bullicio pensaba en las personas cercanas. “Niña, ¿qué estás haciendo ahora?”. Me contestaban los gorriones, muchos en la lejanía. Me contestaba un concierto de trinos. Recuerdo esto ahora en un jardín de Palma, también acompañado de trinos. Hace calor. Mucho calor. Es casi verano.

Me encuentro con otros navegantes. Los interpelo. Los observo. Pienso en qué pensarán. ¿Qué sentimientos tendrán?. ¿Qué esperan de la vida?. Me cuentan los temporales corridos en el Atlántico, sus maniobras con las velas, el trimado de la mesana, la vela de capa, los problemas con las escotillas. Observo. Pienso. No, yo no soy de esos. Yo no deseo verme en esas malas situaciones. Las olas rompiendo encima. El barco zarandeado por todas partes. Varios días, casi una semana así, navegando a 200 millas del ojo del huracán. No. Ni la décima parte. No necesito demostrar nada. Deseo encontrar más placer. Ahora me doy cuenta que deseo navegar más relajado. Deseo caminar.

Ángeles, del Black Pedro, me cuenta el proyecto que tiene con su marido, una vez cruzado el Atlántico (“Cruzando el Atlántico a vela”). Tiene el barco en el Caribe, en Granada. Disfruto de las experiencias y anécdotas de esta gran capitana:



Ya es martes. Alegrías y tristezas se acumulan como en un saco las patatas. Falta poco para la luna llena. Tomo estas fotos. Es el placer de la noche, que me reconforta con un paseo entregado a la nada.






El otro día cociné un estofado de carne:
Corto la carne a cuadraditos. Aso una cabeza de ajo. Rehogo la carne con un poco de aceite en una cazuela, hasta que coge color. En la misma olla añado las verduras (pimientos, guisantes, zanahorias). Le añado agua hasta cubrirlo. Y pimentón. Tomate frito. Salpimiento. Le añado especies para carne, si las hay. En este caso unas que compré en Marruecos el año pasado. Añado una pastilla de caldo de carne, y un chorrito de vino blanco. Y, finalmente, le dejo reducir, a fuego lento, haciendo “chup-chup”.

¡Las especies que compré en Marruecos!. ¡Qué recuerdos tan gratos los del año pasado en Marruecos!. Y qué ajeno estaba entonces a los cambios que tendría mi  vida ahora!. ¿Recordaremos siempre aquellos felices momentos?.


Cuando marcho de mi casa y dejo abandonado el jardín con su jazmín, que sé que requiere mucha agua y mucho sol, cuando vuelvo es posible que ya no exista jazmín.



Luego, no puedo pretender recibir ese olor profundo porque ni siquiera habrá jazmín. o, en el peor de los casos, el jazmín estará en otro jardín.

martes, 27 de abril de 2010

12.- Ibiza – Cabrera.



Son las 0630 UTC, y levanto el fondeo. No hay viento. Fuerza 0. Mar llana. Y niebla hasta una milla. Activo el radar y lo conecto también desde la bitácora. 1.800 rpm y, a seis nudos dejo la bocana de Santa Eulalia, evitando más allá la “llosa”. Tengo 65 millas por la proa.

Una vez pasada la “llosa” empieza a levantar la niebla y entra algo de viento. Una fuerza 2, rachas de 3, por mi amura de estribor, que me permite navegar de través y mantener el rumbo 080º. El viento, de W, se establece en fuerza 4.





A media mañana he tenido un regalo de delfines. Enormes. Hace mucho que no los había visto tan grandes. Y ahí estuvieron un ratito, navegando en mi proa rumbo a Cabrera.

Me organizo para el almuerzo, y decido cocinar una sepia con verduras, así:

Frío una rebanada de pan con un poquito de aceite, y unos 4 dientes de ajo. Lo reservo. 
Frío almendras, que las trituro con lo anterior. 
Para freír me gusta utilizar una olla grande, porque me evito sorpresas desagradables. 
Sigo: en este mismo aceite frío la sepia cortada a trocitos. Y cuando está doradita le añado las verduras. Intento que estas verduras sean variadas (por ejemplo, zanahorias, alcachofas, habas, guisantes, o lo que buenamente tengo). 
Una vez rehogado le incorporo lo reservado anteriormente más una hoja de laurel, meida cucharadita de pimienta, una pastillita de “caldo de pescado”, y una tacita de café de vino blanco. 
Luego lo cubro con agua, y lo mantengo reduciendo a fuego lento, haciendo “chup-chup”.

Pienso en las miserias del mundo. Recuerdo este comentario de Cortazar:



A las 1745 UTC fondeo en Cabrera. Entro con viento de F2, y mar rizada. El día sigue despejado. Entro a motor para procurar la boya de fondeo. Sólo hay dos barcos más. Aunque uno de ellos largó más tarde, quedándonos sólo dos. Tampoco esto es imaginable en verano que está todo abarrotado. La última vez que estuve aquí fue en junio pasado, y lo pasamos estupendamente bien. Conservo un bonito recuerdo.




Las gaviotas llegan pronto a visitarme, aburridas, están en la popa de Telémaco chapoteando en el agua. Y una de ellas se posó en la bimini. ¡Me molestan las gaviotas!. Son traicioneras y agresivas.

El fondeo es relajante. Cae la noche poco a poco. El ocaso es una delicia del cielo. Pongo música. Me relaja. Jean Pierre Rampal, con su flauta traversa me despide del día. Y se hae el silencio. Y la paz está aquí. No tengo ganas de bajar a tierra.

Pienso en la importancia de saber vivir. Del valor del tiempo en nuestra vida.


Dejo que Joao Gilberto y Caetano Veloso me acompañen. Bosa-nova.

Buenas noches.


domingo, 25 de abril de 2010

11.- Formentera – Ibiza.

No oí las sirenas del ferry, como estaba acostumbrado a oírlas antes de zarpar los buques en el puerto de Cádiz. Ni la primera sirena, ni la segunda. Ni la tercera. Como en las iglesias con sus campanas avisando a los oficios litúrgicos, conocía el margen para largar las amarras de los noráis, antes de zarpar. Aquí en Formentera, no. He recibido tres sirenas seguidas, claras, secas, contundentes. Atrás. Está dando atrás el ferry. Es el ferry que marcha para Ibiza. Hay viento de poniente, fuerza 3.

Preparo a Telémaco para largar amarras rumbo Cabrera. Las últimas compras en el supermercado, los despidos en Marina Formentera que tan estupendamente me han tratado y donde me he sentido muy acogido, y reposto combustible.

Adiós, querida Formentera. La Savina. Illetes. Els Trucadors. Espalmador. Tantos buenos recuerdos de una y tantas veces, que ahora van desfilando por mi estribor. Sigue el viento del oeste, de fuerza 3, con mar rizada. El día está despejado. Brilla el sol.




En Espalmador diviso sólo tres barcos fondeados. ¡Qué diferencia con el verano!. Me quedo con ganas de fondear aquí, pero desisto en pro de avanzar hacia Cabrera.

La sonda va marcando cada vez menos metros, hasta el mismo paso de los Freus. Hay amplitud suficiente, pero pasarlos de día es diferente a la noche. De noche, con las señalizaciones, sus faros y boyas, da otra sensación. Impresiona pensar en cuántos barcos han errado su paso, por diferentes motivos. Recuerdo el barco que encalló el año pasado, en la regata “Ophiusa” por Semana Santa. ¡Todos unos capitanes de yate!.

Cae la noche y entro en la ensenada de Santa Eulalia. Toca pernoctar. Ya he avanzado unas millas que me acercan a Cabrera. Fondeo con una sonda de 3,5 metros, en el contradique. No hay ahora ningún barco fondeado, salvo los pocos fijos con boyas. Ahora sopla norte, de fuerza 2. Se aventura una noche placentera.




He navegado con el silencio de la vela, a resguardo de la luna que empieza a vigilar la noche. Con este viento largué el génova por la amura de estribor una vez pasados los Freus. Sopla tan suave, que no me molestó la trinqueta. Con una ligera ayuda pasó el puño de escota a la otra banda.

domingo, 18 de abril de 2010

10.- Formentera – Barcelona. Y las cenizas del volcán.

Ahí se quedó Telémaco. Solito. Reposando tanta agitación y ajetreo. Marché a Barcelona para hacer algo que debía hacer. Lo que mi cuerpo y alma me pedían.


No logré lo que tanto y tanto he deseado. Y, por lo tanto, tengo la conciencia tranquila de haber hecho lo que he podido. Por mis principios, mis sentimientos, mis intenciones y emociones. Me esfuerzo por manifestar mi nobleza de intenciones. Pero todo ello no basta para que otra persona deposite su confianza. Una vez llegado aquí, es necesario continuar. Vuelvo a Formentera.


Jose me pasó el himno de la Legión, y lo he subido al blog. Su letra me llama la atención: “…que te entregas a luchar y al azar dejas tu suerte…”. Porque me gusta luchar. Creo que el esfuerzo es lo que nos da vida. Me refiero a la lucha constructiva. Al esfuerzo por crear, construir, ayudar, solventar problemas. Siempre digo que la vida es un cúmulo constante de problemas, y hay que enfrentarse a ella, darle la cara.

Hay muchos caminos. Cada uno emprende el suyo. Toca decidir. No vale arrepentirse. Es una cuestión de confianza en la vida, en uno mismo. Pensamos que la felicidad está fuera, que depende de otros. Y está en uno mismo. Si no tengo paz dentro de mí, si estoy inquieto y ansío conseguir algo que no tengo, malo. Nunca así seremos felices, estemos con quien estemos.


Y eso es lo que vale la pena hacer en la vida: darle la cara. “plantarle cara”. Y, ahora, como dice la canción, dejar la suerte al azar. Entregarse a ella y recibir cada día todo lo bueno que te ofrece, que es mucho. Mucho y bueno. Sólo hay que saber verlo.

He pasado varios días en Barcelona. Esperando. y estando con los amigos. Buenos amigos.




Cojo el tren más de una vez. Observo. ¡Cuántas caras serias!. ¿Sabe toda esta gente a dónde va?.


¿Tienen conocimiento?, ¿lo sienten?. ¿La vida es como ese tren, que parte y, si no estás allí, lo pierdes?.


Opino que también hay otras muchas paradas. Recuerdo una vez que íbamos tres amigos a un pueblecito del sur de Tarragona, y perdimos el tren de cercanías. Pero se nos ocurrió reaccionar, no rendirnos, y esperamos uno más rápido, que le adelantó en no sé qué estación, y en la misma Tarragona pudimos esperarlo. Habíamos avanzado en el tiempo, habíamos vivido más. Mucho más. Y con emoción. Yo voy ahora buscando tantas y tantas estaciones que están por delante en la vida.

Pienso en estos mensajitos con presentaciones que nos envían por Internet. Cientos. Normalmente, si no me escriben unas letritas, aunque sólo diga “hola, pienso en ti y te lo envío…” no suelo abrirlo. Va directo a la papelera. Pero tengo una carpeta en mi disco duro que le llamo “Monerías”. Y allí hay un montón de temas relacionados con lo mismo. Y chistes. Algún día haré un resumen. Pienso que la gente tiene mucho tiempo libre para hacer todas esas cosas.

Marcho, aunque no sé si podré marchar. Hay cenizas del volcán, y el aeropuerto está, de momento, cerrado. No hay viento. Situación estacionaria. ¿Abrirás mañana para poder ir a por Telémaco?.

martes, 6 de abril de 2010

9.- Adiós Sitges, hola Formentera.



Los nervios del último momento acumulan las actividades y los despistes. La intendencia, la limpieza, la recepción de los tripulantes. Participaremos en la regata Ophiusa, de Sitges a Formentera. Pensé que era un bonito momento para iniciar mi experiencia del Mediterráneo.

Ya ha sonado la señal de salida. En Telémaco, seis tripulantes. Sólo tres de ellos operativos. Y ponemos rumbo a la boya de desmarque, y desde ella hacia Pitiusas.


La navegación ha sido placentera. Tomamos el rumbo que nos pareció nos acercaba a destino, destino que nos resultó estar a 177 millas náuticas. Bordos, más bordos, ceñidas, más ceñidas. Todo el día, toda la noche, todo el otro día. Todos los barcos a la vista en la salida, y posteriormente sentimos la dispersión y la soledad. La armonía en la tripulación. Atentos cada segundo. Tomamos la decisión del rumbo, como en la vida. Convencidos de lo que hacíamos.


pero nada de todos nuestros esfuerzos y mejor saber hacer nos permitió avanzar cuando encontramos las calmas. Un par de ellas. Una primera de casi dos horas, a la entrada del nuevo día. Y otra, tremenda calma, delante de Mallorca en nuestra pretensión de alcanzar Pitiusas por Tagomano y los freus. A 35 millas de Tagomago optamos por retirarnos ya que no llegaríamos dentro del tiempo establecido.
Fueron 10 tremendas horas de motor que rompió la paz y silencio que estuvimos gozando tantas uy tantas horas. Al final, pudimos abarloar en “Marina de Formentera”.

Al día siguiente, la visita turística de la isla es una actividad necesaria. Recuerdo el año pasado cuando la visité enamorado de tantas y tantas maravillas, de vida y alegría. Y en compañía.

La visita al faro de la Mola, ¡nos trae tantos y tantos recuerdos!.


el año pasado arrumbamos desde Cabrera. Por estos mares. Y estos mares nos acogieron en la primera visita de Mari Carmen. Ahora con tanta paz, entonces tan bravos. 




Ibiza, imperceptibles, al fondo desde La Mola. Y desde la Mola, en incesante volar de las gaviotas.  Pienso en la traición de las gaviotas. Siempre recuerdo al indigente de Sitges que, estando hospitalizado, ern sus últimos momentos, quiso ir a morir a la playa de “La Fragata”. Y allí, se posó en su arena húmeda, y empezó a descansar al transitar de esta vida. Y las gaviotas, imbéciles, crueles, traicioneras, le sacaron los ojos. Ya lo narra García Márquez en su primera novela “Náufrago”, el problema principal que tienen éstos con las gaviotas.






Pienso en la libertad, al ver volar la gaviota. En los sentimientos. Los hombres no solemos hablar de sentimientos. Siempre hablamos que todo nos va bien. Triunfantes. Yo me refugio en la escritura. Ella es mi confidente de sentimientos y conciencia.

Mi niña, estoy en paz. Pena de separarme. Resignación ante la evidencia. Disfruté los días pasados. Estoy feliz. En duelo, pero feliz. Feliz duelo. He entregado el cuerpo y el alma, como lo entrego ahora al día. Con los sentimientos, cuando se presentan, no se juega. Se los respeta, y se los aprende a amar.
Me viene a la mente el día del eclipse anunciado de sol. Para las 11 horas. La gente va a la calle a contemplarlo. Todo se oscurece, pero hay sol todavía. Era como un atardecer. Pasaba por un hospital, y los médicos, o lo que fueran, salían a la calle con radiografías para verlo mejor. Pensé si sería alguna de esas una radiografía mía. Y pensé ¡qué poco vale mi radiografía!. ¡Como tantas otras cosas y “tesoros” que acumulamos!. Era una situación insólita. Había silencio en todas partes. ¿Se había parado el tráfico?, quizás no nos dábamos cuenta de él, concentrados en el sol. Pero la vida sigue. Como ahora con el vuelo de la gaviota.

Y ahora, la vida sigue su ritmo constante, imparable. No nos damos cuenta. Pero sigue. Pienso en los recuerdos. Los que dejé en mi casa, y en los que ahora tengo. Los recuerdos nos anclan en el pasado. Creo que si nos sirviesen para alimentar nuestro futuro pueden ser buenos, nos servirían de trampolín para nuestra vida y felicidad. Pero si nos reviven sentimientos negativos, mal. Como añoranzas, soledad, ingratitud, melancolía. Son trastos que hay que limpiar y ordenar. Siempre son cosas que nos preocupan, centran nuestros temores al robo o la rotura. El mejor recuerdo es el que tengo presente en mi mente, porque es el que me da vida. E ilusiones.


Estos montículos seguramente evocan recuerdos. Mi hija me preguntó si navegaría en solitario. Otros me preguntaron lo mismo. Siempre igual. ¿Les preocupa?. Lógico. Seguramente me toman por loco. Lógico. ¿Es inquietud, envidia, sorpresa?. Pienso en Don Quijote de la Mancha. El ilustre hidalgo. De tanto leer libros de caballería se volvió majara. Yo también he leído mucho, pero del mar. Ojalá me dé cuenta y no pretenda velar las armas. ¿Cómo ha sido o es la vida?. Solitario. Solos venimos al mundo, solos marchamos. Ese es nuestro sino, y nuestra razón de ser.


En Cala Saona hay paz. Nadie. Sólo un fondeo. Pienso en el metro de Barcelona. Un centenar de almas a mi alrededor, y solitarias. Caras serias. Miradas perdidas. ¿Por qué no sonríe la gente por la calle, y relaja sus facciones?. Ojos abiertos, muy abiertos. Y ojos cerrados, que quizás duermen o meditan en el metro. Estudiantes, trabajadores, amas de casa, oficinistas. Y yo. Y no sé qué otro tipo de gente que no sé identificar.

Un día en metro, una chica enfrente, pintada, con labios y ojos pintados como de zarzuela. ¿”Doña Francisquita”?. ¿O “la del manojo de rosas”?. Sin anillos, sin reloj, sin collares ni medallas. Falda negra lisa, jersey de punto, bermellón. Bolso negro. Zapato de tacón, plan sandalia. Todo, de años atrás. Me suena una parisina del Magreb. Cabello largo, negro, rizado. Ojea un bloc de anotaciones. Debe estar estudiando idiomas. O quizás sea su diario. Seguramente hablará en él sobre la locura de vivir la gran ciudad, que es un sin vivir, o sus sentimientos. Las mujeres sí hablan de sentimientos.

A veces, cuando voy por la calle, voy sonriendo. Yo sonrío, pero nadie me mira. Como en el metro, todos seguimos parada tras parada, como si gozáramos del metro y no quisiésemos bajar. Es como la vida. Todos seguimos. Pocos actúan. Unos suben, otros bajan. Quizás esos montones dicen cosas así. Nosotros hicimos el nuestro, pero sólo con tres piedrecitas. No sabíamos por qué, pero pensamos que debíamos hacer lo de los demás.


Rumbo “Es Vedrà”. Ese peñón mítico, al que atribuyen no sé qué poderes. Y más allá, nada. Agua. Y más agua. Y Barcelona. Y los seres conocidos y queridos. Es lo que nos une.

Pienso en el Imperio Romano. En sus naves. En sus periplos. Salían de un sitio, y llegaban al otro. Y todo parecía cerca. No había distracciones, o ciudades, o montes en su derrota. Sólo mar. Agua. Y después del agua, el agua de su destino.