El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

domingo, 25 de abril de 2010

11.- Formentera – Ibiza.

No oí las sirenas del ferry, como estaba acostumbrado a oírlas antes de zarpar los buques en el puerto de Cádiz. Ni la primera sirena, ni la segunda. Ni la tercera. Como en las iglesias con sus campanas avisando a los oficios litúrgicos, conocía el margen para largar las amarras de los noráis, antes de zarpar. Aquí en Formentera, no. He recibido tres sirenas seguidas, claras, secas, contundentes. Atrás. Está dando atrás el ferry. Es el ferry que marcha para Ibiza. Hay viento de poniente, fuerza 3.

Preparo a Telémaco para largar amarras rumbo Cabrera. Las últimas compras en el supermercado, los despidos en Marina Formentera que tan estupendamente me han tratado y donde me he sentido muy acogido, y reposto combustible.

Adiós, querida Formentera. La Savina. Illetes. Els Trucadors. Espalmador. Tantos buenos recuerdos de una y tantas veces, que ahora van desfilando por mi estribor. Sigue el viento del oeste, de fuerza 3, con mar rizada. El día está despejado. Brilla el sol.




En Espalmador diviso sólo tres barcos fondeados. ¡Qué diferencia con el verano!. Me quedo con ganas de fondear aquí, pero desisto en pro de avanzar hacia Cabrera.

La sonda va marcando cada vez menos metros, hasta el mismo paso de los Freus. Hay amplitud suficiente, pero pasarlos de día es diferente a la noche. De noche, con las señalizaciones, sus faros y boyas, da otra sensación. Impresiona pensar en cuántos barcos han errado su paso, por diferentes motivos. Recuerdo el barco que encalló el año pasado, en la regata “Ophiusa” por Semana Santa. ¡Todos unos capitanes de yate!.

Cae la noche y entro en la ensenada de Santa Eulalia. Toca pernoctar. Ya he avanzado unas millas que me acercan a Cabrera. Fondeo con una sonda de 3,5 metros, en el contradique. No hay ahora ningún barco fondeado, salvo los pocos fijos con boyas. Ahora sopla norte, de fuerza 2. Se aventura una noche placentera.




He navegado con el silencio de la vela, a resguardo de la luna que empieza a vigilar la noche. Con este viento largué el génova por la amura de estribor una vez pasados los Freus. Sopla tan suave, que no me molestó la trinqueta. Con una ligera ayuda pasó el puño de escota a la otra banda.

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