El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

martes, 6 de abril de 2010

9.- Adiós Sitges, hola Formentera.



Los nervios del último momento acumulan las actividades y los despistes. La intendencia, la limpieza, la recepción de los tripulantes. Participaremos en la regata Ophiusa, de Sitges a Formentera. Pensé que era un bonito momento para iniciar mi experiencia del Mediterráneo.

Ya ha sonado la señal de salida. En Telémaco, seis tripulantes. Sólo tres de ellos operativos. Y ponemos rumbo a la boya de desmarque, y desde ella hacia Pitiusas.


La navegación ha sido placentera. Tomamos el rumbo que nos pareció nos acercaba a destino, destino que nos resultó estar a 177 millas náuticas. Bordos, más bordos, ceñidas, más ceñidas. Todo el día, toda la noche, todo el otro día. Todos los barcos a la vista en la salida, y posteriormente sentimos la dispersión y la soledad. La armonía en la tripulación. Atentos cada segundo. Tomamos la decisión del rumbo, como en la vida. Convencidos de lo que hacíamos.


pero nada de todos nuestros esfuerzos y mejor saber hacer nos permitió avanzar cuando encontramos las calmas. Un par de ellas. Una primera de casi dos horas, a la entrada del nuevo día. Y otra, tremenda calma, delante de Mallorca en nuestra pretensión de alcanzar Pitiusas por Tagomano y los freus. A 35 millas de Tagomago optamos por retirarnos ya que no llegaríamos dentro del tiempo establecido.
Fueron 10 tremendas horas de motor que rompió la paz y silencio que estuvimos gozando tantas uy tantas horas. Al final, pudimos abarloar en “Marina de Formentera”.

Al día siguiente, la visita turística de la isla es una actividad necesaria. Recuerdo el año pasado cuando la visité enamorado de tantas y tantas maravillas, de vida y alegría. Y en compañía.

La visita al faro de la Mola, ¡nos trae tantos y tantos recuerdos!.


el año pasado arrumbamos desde Cabrera. Por estos mares. Y estos mares nos acogieron en la primera visita de Mari Carmen. Ahora con tanta paz, entonces tan bravos. 




Ibiza, imperceptibles, al fondo desde La Mola. Y desde la Mola, en incesante volar de las gaviotas.  Pienso en la traición de las gaviotas. Siempre recuerdo al indigente de Sitges que, estando hospitalizado, ern sus últimos momentos, quiso ir a morir a la playa de “La Fragata”. Y allí, se posó en su arena húmeda, y empezó a descansar al transitar de esta vida. Y las gaviotas, imbéciles, crueles, traicioneras, le sacaron los ojos. Ya lo narra García Márquez en su primera novela “Náufrago”, el problema principal que tienen éstos con las gaviotas.






Pienso en la libertad, al ver volar la gaviota. En los sentimientos. Los hombres no solemos hablar de sentimientos. Siempre hablamos que todo nos va bien. Triunfantes. Yo me refugio en la escritura. Ella es mi confidente de sentimientos y conciencia.

Mi niña, estoy en paz. Pena de separarme. Resignación ante la evidencia. Disfruté los días pasados. Estoy feliz. En duelo, pero feliz. Feliz duelo. He entregado el cuerpo y el alma, como lo entrego ahora al día. Con los sentimientos, cuando se presentan, no se juega. Se los respeta, y se los aprende a amar.
Me viene a la mente el día del eclipse anunciado de sol. Para las 11 horas. La gente va a la calle a contemplarlo. Todo se oscurece, pero hay sol todavía. Era como un atardecer. Pasaba por un hospital, y los médicos, o lo que fueran, salían a la calle con radiografías para verlo mejor. Pensé si sería alguna de esas una radiografía mía. Y pensé ¡qué poco vale mi radiografía!. ¡Como tantas otras cosas y “tesoros” que acumulamos!. Era una situación insólita. Había silencio en todas partes. ¿Se había parado el tráfico?, quizás no nos dábamos cuenta de él, concentrados en el sol. Pero la vida sigue. Como ahora con el vuelo de la gaviota.

Y ahora, la vida sigue su ritmo constante, imparable. No nos damos cuenta. Pero sigue. Pienso en los recuerdos. Los que dejé en mi casa, y en los que ahora tengo. Los recuerdos nos anclan en el pasado. Creo que si nos sirviesen para alimentar nuestro futuro pueden ser buenos, nos servirían de trampolín para nuestra vida y felicidad. Pero si nos reviven sentimientos negativos, mal. Como añoranzas, soledad, ingratitud, melancolía. Son trastos que hay que limpiar y ordenar. Siempre son cosas que nos preocupan, centran nuestros temores al robo o la rotura. El mejor recuerdo es el que tengo presente en mi mente, porque es el que me da vida. E ilusiones.


Estos montículos seguramente evocan recuerdos. Mi hija me preguntó si navegaría en solitario. Otros me preguntaron lo mismo. Siempre igual. ¿Les preocupa?. Lógico. Seguramente me toman por loco. Lógico. ¿Es inquietud, envidia, sorpresa?. Pienso en Don Quijote de la Mancha. El ilustre hidalgo. De tanto leer libros de caballería se volvió majara. Yo también he leído mucho, pero del mar. Ojalá me dé cuenta y no pretenda velar las armas. ¿Cómo ha sido o es la vida?. Solitario. Solos venimos al mundo, solos marchamos. Ese es nuestro sino, y nuestra razón de ser.


En Cala Saona hay paz. Nadie. Sólo un fondeo. Pienso en el metro de Barcelona. Un centenar de almas a mi alrededor, y solitarias. Caras serias. Miradas perdidas. ¿Por qué no sonríe la gente por la calle, y relaja sus facciones?. Ojos abiertos, muy abiertos. Y ojos cerrados, que quizás duermen o meditan en el metro. Estudiantes, trabajadores, amas de casa, oficinistas. Y yo. Y no sé qué otro tipo de gente que no sé identificar.

Un día en metro, una chica enfrente, pintada, con labios y ojos pintados como de zarzuela. ¿”Doña Francisquita”?. ¿O “la del manojo de rosas”?. Sin anillos, sin reloj, sin collares ni medallas. Falda negra lisa, jersey de punto, bermellón. Bolso negro. Zapato de tacón, plan sandalia. Todo, de años atrás. Me suena una parisina del Magreb. Cabello largo, negro, rizado. Ojea un bloc de anotaciones. Debe estar estudiando idiomas. O quizás sea su diario. Seguramente hablará en él sobre la locura de vivir la gran ciudad, que es un sin vivir, o sus sentimientos. Las mujeres sí hablan de sentimientos.

A veces, cuando voy por la calle, voy sonriendo. Yo sonrío, pero nadie me mira. Como en el metro, todos seguimos parada tras parada, como si gozáramos del metro y no quisiésemos bajar. Es como la vida. Todos seguimos. Pocos actúan. Unos suben, otros bajan. Quizás esos montones dicen cosas así. Nosotros hicimos el nuestro, pero sólo con tres piedrecitas. No sabíamos por qué, pero pensamos que debíamos hacer lo de los demás.


Rumbo “Es Vedrà”. Ese peñón mítico, al que atribuyen no sé qué poderes. Y más allá, nada. Agua. Y más agua. Y Barcelona. Y los seres conocidos y queridos. Es lo que nos une.

Pienso en el Imperio Romano. En sus naves. En sus periplos. Salían de un sitio, y llegaban al otro. Y todo parecía cerca. No había distracciones, o ciudades, o montes en su derrota. Sólo mar. Agua. Y después del agua, el agua de su destino.

4 comentarios:

Jordi Porqueres Almuzara dijo...

Bonito escrito, lleno de melancolía,un punto de tristeza, deseo de lo que no se tiene o se pierde, te respeto, te comprendo, pero amigo, tú sabes, lo sabemos los dos, que hay que disfrutar de lo que tenemos, de lo que nos queda, que siempre es mas de lo que pensamos, Te deseo buena singladura, disfruta del barco, disfruta del mar, disfruta de la vida

Unknown dijo...

Gracias, Jordi. La evidencia ya ha llegado, pero no por ello dejaré de luchar. Es mi vida.

Pat dijo...

Un placer leerte y una envidia inconmensurable al seguir tu periplo ;-)

Anónimo dijo...

Como dice un poema...

"Y uno aprende...
que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
y que con cada adiós, uno aprende"

Y siempre nos quedan esos maravillosos momentos vividos, que no excluyen vivir otros nuevos en un futuro...

Un petonasss ben fort.

IMMA