El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

jueves, 2 de agosto de 2012

42.- Vassiliki, Ítaca, Kastós, Kálamos. ¡No hay sitio para caballos en Ítaca!

De Vassiliki salí rumbo a Ítaca con una previsión de viento NW fuerza 5 y rachas de 6 a partir de la tarde. Pensé que podría estar amarrado en el puerto de Frikes para entonces.

Salí de la bahía de Vassiliki con viento portante de F3, mar rizada, así que decidí subir las velas y entrar en Ítaca al ritmo que viento y mar me marcasen. En silencio, con un suave cabecear, poco a poco.
Veo Ítaca enfrente. Es muy montañosa. De hecho, todo el Jónico lo veo muy montañoso, no lo imaginé así. Lo había leído en la Odisea aquella tarde, en una de las muchas versiones que tenía mi padre: Ulises no acepta un regalo de caballos de un rey porque le dice que su isla es montañosa y no hay sitio para los caballos.

Recuerdo aquella tarde en Cádiz, hace 12 años, leyendo los escritos de mi padre, sus vicisitudes y lucha por la vida. Su vida familiar, su universidad truncada por la guerra. ¡Esa maldita guerra que truncó tantas y tantas cosas no sólo en tres años, sino en muchos, muchos más! Fue esa carta. La recuerdo.

Ahora estoy delante de Ítaca. Decido poner rumbo a Frikes. Navego con la mayor rizada y todo el génova. El viento ha arreciado. Sigue entrando por la aleta de estribor. Telémaco navega alegre a 6 nudos.

Al entrar  en Frikes observo que todos los barcos, excepto uno, están abarloados a los muelles impidiendo que puedan amarrar más barcos como no sean abarloándose. Algunos son de “flotillas”.

¡Tremendas flotillas, que quitan el encanto a estos mares! Son empresas que hacen “charters” y organizan grupos de navegantes. A algunos les dan unas pequeñas nociones de cómo funcionan las velas y el ancla antes de salir, como vi en Sívota.

Al navegar en la dársena de Frikes veo que un barco abarloado va a salir y me preparo para largar el ancla, filar cadena y atracar de popa, porque haciéndolo así dejo espacio para que otro barco, incluso dos más, pueda atracar también. Pero un alemán entra por la bocana a no menos de 5 nudos e, ignorándome, se abarloa en el espacio que había dejado libre el que marchaba. Cuando le llamo la atención me dice que él lo ha sido más rápido y que yo me abarloe a él. No quiero discutir. No deseo que me afecte esa forma de ser y marcho del puerto. Seguramente es una persona negativa, como negativa será también su vida. Vivirá con su desgraciada forma de convivir y no pensar en el respeto a los demás. Marcho rumbo a Kioni.

En Kioni había una densidad tremenda de barcos, por lo que no me apeteció participar de la “fiesta” y marché a una cala a la entrada de Órmos Vathi. Allí encontré una cala flanqueada por una ermita y protegida de mar aunque no de viento de NW.

Allí estaba el barco solo, pero con mucha sonda. Las profundidades en Ítaca son considerables. El viento seguía soplando “mistral” fuerza 5, con rachas de 6. Telémaco pasó la noche allí, pero decidí marchar el día siguiente a Kastós. Ítaca no deseaba recibirme todavía. Pensé que no era el momento de entrar en Ítaca. Marché. Rumbo a Kastós.

Aquella tarde en casa de mi difunto padre leí en una de sus Odiseas que Telémaco no aceptaba que su padre desapareciera, se enfrentaba continuamente a los pretendientes de su madre, Penélope, y necesitaba saber de su padre. Y por eso marchó de Ítaca, en busca de su padre. Y yo mismo también deseaba saber. Cuanto más leía sus papeles más aceleraba mi deseo de conocimiento.

Ahora yo también marcho de Ítaca, sin apenas haber estado. Volveré. Pongo rumbo a la isla de Kastós, pasando por la de Átokos. En Kastós atraco popa al muelle, debajo de la farola roja de su bocana.

Kastós es una isla con poca población, apenas 25 habitantes. Después de un par de días allí sus habitantes ya saludan.

El pueblo de Kastós, con uno de sus antiguos molinos frente al mar en una espléndida y relajan vista a la caída del día.

Conocí a Τάσος, al pasar por su casa, obsequia  con un par de kilos de peras, y una planta de basilisco. ¡Incluso ofrecía cervezas! Τ ά σ ο ς  había marchado a New York de joven y volvió a la isla, dijo, para morir aquí. Dice que en América llevaba mala vida y gastaba mucho, y aquí está radiante de alegría:
De charla en casa de Τασος

En Kastós coincidí con “La Maga”. Trabaja aquí desde hace tiempo y tiene un blog encantador : “Navegando por Grecia”, que recomiendo. http://navegandoporgrecia.blogspot.gr/

De Kastós puse rumbo a Kálamos.
Pueblo de Kálamos

Antes de entrar en el puerto de Kálamos decidí pasar un día fondeado en Port Leone, un pueblo abandonado después de haber sufrido un terrible terremoto en 1.953. Ese año el terremoto causó verdaderos estragos en varias de estas islas.
(Fondeo de Port Leone):
Fondeo de Port Leone

Al día siguiente decidí entrar en puerto. ¡Error! Entraron posteriormente cerca de cincuenta barcos de cuatro flotillas diferentes, más los que navegaban como yo. Tuve la suerte de que entré antes que ellos y pude escoger sitio para el atraque, al que acudió veloz George dueño de una de sus tabernas.
Visita de la ciudad, súper empinada, de su playa, y uno de sus supermercados:

Uno de los súper de Kálamos, con su balanza y recuerdos

Largo amarras para poner rumbo a Meganisi, pero antes fondeo en el norte de la isla de Kálamos en parajes tranquilos y nada concurridos, donde el paisaje y los múltiples tonos verdes de su vegetación hacen una de las pinturas más bonitas que haya podido contemplar.

Fondeo al norte de Kálamos

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