Estoy viviendo la primavera. Mi primavera. Todavía renquea el otoño en mi interior. Pero la primavera está llegando. La siento, la huelo. Aunque a veces se va. Pero vuelve. La presiento.
La primavera tiene eso. Que remueve las cosas de dentro. Y hay que estar atentos para no dejarnos arrollar. Para poder seguir nuestro rumbo. Para poder seguir disfrutando de lo que nos damos cuenta que somos.
Miro atrás y tengo la tentación de arrepentirme de los “errores de la vida”. Es una tentación, sí. Porque lo que espontáneamente “sale” es decir “me arrepiento de los errores cometidos”. Y no, ¡cuántas veces me he equivocado!, ¡cuántas!. Pero siempre he actuado como creí que debía hacerlo. La vida no se vive dos veces.
Los “errores de la vida” son las decisiones de cada momento,
vistas desde otra perspectiva. Pero vida.
Si viviéramos más el presente, si tomásemos más consciencia de mi momento actual,
no sufriríamos tanto.
La primavera de Barcelona ya está aquí. Y sus inviernos, que vienen y van, sin querer marchar. Barcelona da mucho juego. Como cualquier gran ciudad. Está bonita ahora Barcelona, con su primavera por los cuatro costados. Cada vez hay más flores y plantas en la ciudad. Y turistas. El sol se filtra en tonos cálidos y alegres por el enjarretado de ramas y hojas de sus múltiples árboles de las Ramblas.
En mi deambular por sus calles y plazas pienso en mi idea de “navegar”. Aquellas inquietudes y deseos de hacerme a la mar, que un día forjé. Y que ahora no alimentan más mi alma. En mi falta de interés. Pienso en el contraste de intereses, inquietudes, amores. Navegar en solitario no es ya lo que deseo. Solitario a bordo. Solitario en tierra. Quizás sea el “marinero en tierra” de Alberti. ¡Cuántos “marineros en tierra” alimentan los mares y las pasiones de navegar!.
Y por la tierra navego. Navego en un estupendo curso sobre motores diésel en la fábrica de Solé Diesel. Aprecio y admiro el tesón de su gente, en el esfuerzo por avanzar y desarrollar la empresa. En el afán de mejora y superación de sus productos. Todo un modelo. Gracias.
Ahora ya sé más sobre los motores.
No creo que me sirva para mi pobre coche, con un montón de kilómetros en su haber,
y a punto de fenecer.
Y navego por el Born. Su gente. Sus turistas. El Xampanyet. Siempre está ahí el Xampanyet con su cálida acogida. Y Nadia que siempre me dice que me vaya a Marruecos con ella, que me enseñará mejor su tierra.
¡Qué utopía!
¡Qué utopía!
Hay que hacer un curso de filosofía por las paredes del Xampanyet. Y una práctica de vida por los suelos del Xampanet.
¡Tiene tanto para vivir Barcelona!. En su gótico, en sus bares, en sus plazas. Un día se sucede tras otro como un rosario sus cuentas. Y las experiencias vividas se suceden de la misma forma, a su ritmo, una tras otra, sus vivencias. Sus olores. Sus pensamientos.
Como este concierto en la Plaza del Rey:
Para continuar en una sesión de “suwing” en el Apolo.
Con jóvenes y prometedores músicos que tiempos atrás conocí en la Sitjazz Band.
Como tampoco puede dejarse pasar “La Bodegueta” del Paralelo, una pastelería convertida en bar
¿Y qué tal un concierto callejero de piano en la Rambla?.
También sus músicos. Artistas callejeros de Barcelna, que hacen el placer de viandantes, con bancos para sentarse, como antes. Como hace un montón de años, cuando éramos pequeños y paseábamos como máxima distracción por el “tontódromo”, sin gastar un duro que no teníamos. Y me siento en un banco. A deleitarme. A compartir su música. Me siento en un banco sin vergüenza, sin reparo. Como en la mejor platea. Pero siento la música. Siento la gente. Siento que vivo.
Y una navegadita con un grupo de amigos por Barcelona.
Ya está aquí el buen tiempo. Navegamos un grupo de amigos y amigas.
Nuevos amigos y amigas, de aquellos que te dan vida.
Yo pongo el barco. Ellos, comida y bebida para compartir.
Compartimos tiempo. Ilusiones. Alegrías. Y miserias, miserias pasadas para enterrar y olvidar.
Y ahora preparamos una salida de una semanita al parque natural de Cabrera. Otra vez a Cabrera. Sí, pero ahora para disfrutarla. Disfrutarla más. Nada ni nadie me pide que me quede aquí.