El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

lunes, 29 de marzo de 2010

7.- Llegó la primavera.

La primavera está aquí. Y me dedico al ajuar, en Badalona. Ya sólo me faltan once días para partir.

Ya está aquí la primavera. Los años deberían comenzar en primavera. Parece que es cuando "todo arranca". El alma se despierta. Claro que empezamos a notar que los días comienzan a ser más largos, y puede ser malo que tengamos más tiempo para pensar.


Tengo presente mi pensamiento de hacerme a la mar. Ultimo los preparativos para tener el barco a son de mar. Ya quedan pocos días. Once.

Me he parado a observar un escaparate de la ciudad, de un establecimiento donde instalan y acondicionan cocinas para el hogar. ¡Qué bonito todo!. Está al lado de otra tienda dedicada a ropa textil para el hogar. ¡Qué bonito y “gustoso” también!. Las cocinas son de películas. Todas iluminadas por elegantes paneles y regletas con luces halógenas. ¡Qué despilfarro!. Y unas amplias y elegantes encimeras de mármol, innecesarias. Grifos acorde con los programas de cocina que vemos en la televisión, y nunca antes vistos ni utilizados. Y vitrocerámicas, cocinas de inducción, hornos super-atractivos y modernos con un montón de lucecitas y botones. Y micro-ondas, robots de cocina, macro-neveras, lavavajillas de última generación. Cafeteras de estas que ahora forman colas de clientes para comprar sus dosis. Durante un buen rato me quedo embobado mirando todo con detalle. Pausadamente. Me sorprendo absorto por el espectáculo. Y pienso en cuánto debe costar una cocina de estas. Pienso en cómo instalaría yo todo eso en mi piso. Y cuántas horas lo utilizaría. ¿Cuántas horas de trabajo equivaldría para pagar esta cocina?. Pero también pienso que no necesito nada de eso en mi barco, y soy bien feliz. Decimos que “es más feliz quien menos necesita”, pero creo que es un error importante. Es, quien menos desea. Deseamos algo, y justificamos el capricho llamándole necesidad. ¡Esas cocinas!.
Eso mismo pasa con la tienda de textil para el hogar. ¡Claro que da gustito todo eso que hay por allí!. Pero no deseo nada más que lo que tengo, y aún me sobra. Sobra. Sobra. ¡Claro que sobra!.
Mientras, sigo en el barco. Arrancho. Ordeno. Preparo. Despido el día.


Sigo en la Marina de Badalona. Doy los últimos toques al barco antes de su traslado a Aiguadolç. Estas puestas de sol de la reciente primavera auguran inestabilidad. Luce el sol, pero hace frío. Ahora empieza a refrescar.


Hoy he comenzado a trasladar la ropa al barco. Para el verano, pero también para el invierno. Aunque en primavera, todavía tendremos días de frío invierno, sobre todo las noches. Y lleno bolsas y maletas. Y también me quedo pensando mientra estibo. Nueve bañadores. Veintitrés camisetas. Cinco toallas de baño. Seis pantalones largos. Ocho pantalones cortos. Quedo bloqueado. Pienso en las cocinas que vi. ¿Cuántos bañadores utilicé el último verano?. ¿Y camisetas?. Sobra, sobra. Es el síndrome del “porsimea”. “Por si me hace falta”, no vaya a sufrir por su ausencia. Y guardo. No regalo. No tiro.
Pues no, se acabó. He regalado sartenes, camisas, pantalones, sacos de dormir, gorras, camisetas, cafetera, escurridor de verdura, olla, libros. Y regalo vida cuando me siento más ligero.
El mar sólo precisa de mi el saber que estoy vivo y presente. Yo sólo preciso del mar que me ame y me cuide. Necesito sus mimos. Y su mecer.

Voy a seguir estibando. No quiero ni puedo pensar más, que me descompenso.

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