El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

martes, 19 de julio de 2005

2 - Rik se hace a la mar, rumbo al sur.

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Mi plan de crucero.

Ya hace varios días que, sin decirlo, silenciosamente, estoy largando amarras. Los amigos que me conocen no lo saben. Pero yo, a todos y cada uno le estaba recibiendo, le estaba invitando a navegar conmigo, y me estaba despidiendo. Con la ansiedad de un enamorado. Con la pasión del mar. Y la ilusión de sentir a tantos que me han ofrecido su acogida en sus puertos de origen, y de posible destino para mí.


Telémaco es el nombre del barco. Si tenéis curiosidad de la génesis de su nombre, os lo cuento. La tiene, lo aseguro. Porque ha sido una gestación que hizo su aparición cuando tuvo que hacerlo. Cuando murió mi padre, y descubrí realmente su vida. Como Telémaco descubriendo a Ulise. Y fue, precisamente, en plena negociación con el anterior armador. Así, Telémaco apareció en su momento. Ni antes ni después. Telémaco es su nombre. Enrique soy yo, el armador, Rik en La Taberna del Puerto. También el patrón. Navegando en solitario, con la ilusión de amarrar en Cádiz.


Nací en Nador, yo qué sé cuándo. El carnet miente, porque por dentro soy mucho más activo y joven de lo que dice. Tuve toda mi juventud en Cádiz, y mis amigos, y gran parte de mi familia. Y ahora mis recuerdos. Y mis sentimientos. Sentimiento del sur. Sentimiento que siempre está presente en mi vida. Por eso mis visitas constantes para respirar los sentimientos de la ciudad “señorita del mar, novia del aire”. Me vine a Barcelona solo, a estudiar en la universidad, y comencé a trabajar, simultaneándolo con mis estudios. Y creé familia. Y ahora, mi ilusión de poder llegar navegando con este nuevo barco a Melilla. Y atracar en Cádiz para visitar amigos y familia. Y recordar la Caleta. Y el pescadito frito. Y los churritos en la Plaza, en La Marina". Y la Alameda, y su Bahía. Y su gente, su risa, y su canto. Es la energía que necesito. Como el aire. Siento esta aventura que me llama y me alimenta.


Escribiendo esto, me acaba de llamar un compañero del Instituto de cuando jóvenes, que pretende hacer un re-encuentro con varios y me dice que está viendo la Caleta, que me vaya para Cádiz. Que esta tarde se reúnen unos quince para ver cómo han cambiado sus caras. Y yo pienso, en cómo habrán cambiado sus vidas, sus sentimientos, sus ideas, su alma. Y al leerle lo que escribí me dice ...”ole, ole, ole. Quien no diga ole, que se le seque la hierbabuena...” .Es el hablar de Cádiz, inteligente, culto, sabio, abierto al mundo y universal.


Hace cuatro años ya intenté el mismo crucero, con mi Fortuna 9. Pero temporales en el Estrecho me obligaron a quedarme en Torre del Mar, y tuve que volver a Barcelona, para estar a tiempo para el "curre". Ahora me tomo unos días de más, para tener la paciencia de esperar los temporales, el levante y el poniente. Para tener la paciencia de esperar y surcar el mar favorable para Telémaco y para mí. Para mi espíritu. Y lo hago en mi nuevo barco, un Bavaria 42 que me compré el año pasado y he estado acondicionando todo este año.


Navegaré en solitario. Es una experiencia que también quiero tener. Son muchas millas. Espero superarlo y vivirlo. Para eso me he mentalizado, y adecuado el barco. Intenté encontrar tripulantes pero no tuve suerte. He previsto la derrota Sitges – Formentera – Cabo de Gata – Melilla – Sotogrande – Gibraltar – Cádiz – Málaga – y regresar al ritmo que mar y viento me acompañen. ¿Podrá mi alma realizarla?. Málaga es importante para mí porque mis venas me piden vivir la Feria. El rebujito, las sevillanas. Y explicárselo todo a Telémaco, que quizás no lo entienda, pero ya me encargaré de írselo explicando en una tras otra singladura. He intentado encontrar tripulante, para no navegar en solitario. Y parece que a partir de Cádiz compartiré singladuras. Ya veré. Hasta entonces, sólo el mar lo sabe. Y las sorpresas de cada día.


Y yo, sin decirlo, entendí que ya largaba amarras, me sentía libre, conectado con la Taberna. Con su gente. Con su gallardete. A menos de diez días para partir, pensando en las cosas que me faltaban para vivir la experiencia.


Siento en mi interior una inquietud sana, ese nerviosismo que te asalta antes de los hitos importantes de la vida. Pienso en los problemas y en los no problemas. En lo que dejo, y lo que busco. En lo que me puedo encontrar o no. Y, como todo eso es lo que me inquieta, decido que lo mejor es vivir sólo el momento como se me presente.


Los problemas técnicos o de meteo, si no los puedo evitar no serán problema. Sólo espero poder tener la paciencia de esperar, de observar, de sentir. Creo que vivir el momento es de las cosas más sabias que se pueden hacer en la vida. Porque es entonces, precisamente entonces, cuando tomas conciencia de la vida. Es cuando se vive. Hay quien vive muriendo constantemente, y hay quien muere viviendo. Esa es la grandeza de la vida. Saber que estás ahí. Sentirte. Verte. Gozarte. Yo, mi barco, mi mar. Mi ilusión. Mi vida. La mía. Porque sólo tengo una, y es sólo mía.


Y tan presente tengo la partida, que tomo mucha conciencia de no necesitar más que entregarme a navegar. Sin más lastre. Es una despedida y un encuentro a su vez. Despedida de la monotonía de la rutina, y encuentro con las experiencias de la vida del mar. Y todo eso es motivo más que suficiente para celebrarlo.


Se me ha ocurrido hacer una cena de despedida en el barco, con los amigos de la zona el día antes de partir. De forma que envío mensajes privados a todos diciéndoles “... cenita de despedida el próximo viernes día 22 de julio, en Telémaco, en el puerto de Aiguadolç...”. Ya me han confirmado su asistencia para el viernes unos cuantos. Esta vez no cocinaré porque no me veo con ánimos unas horas antes de partir.

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