Telémaco entró en Messina con buena mar y viento.
A las
08.30 UTC estaba en la boca norte, con vientos portantes.
Quise que Telémaco
estuviese a esa hora porque era cuando la corriente en dirección sur empezaba a
establecerse: 1 hora y 45 minutos antes de la pleamar en Gibraltar.
Fue sorprendente ver los pescadores de pez espada con esos
barcos especialmente adaptados:
Son conocidos los famosos remolinos que e forman tanto a una
banda como a otra del estrecho.
Me preocupé de evitarlos, siempre al timón.
Pasado el puerto de Messina, rumbo a Regio di Calabria,
se
podía observar una raya clara en el mar donde había viento.
Era pasar de la
nada al todo.
Efectivamente, ahí, pasada esa “línea”, el viento comenzó
súbitamente a subir hasta establecerse en fuerza 7, del norte.
De fuerza 2 ó 3 pasó
“de golpe” a fuerza 6 y 7.
De esa manera entramos en el puerto comercial de Regio di
Calabria,
dentro del cual está el pequeño deportivo.
Había leído lo difícil que
resultaba maniobrar en el deportivo por lo pequeño que era.
Y por eso mismo
estaba doblemente preocupado.
De forma que opté por entrar en el puerto
comercial y desde ahí analizar, en las medidas de las posibilidades, el
deportivo. Ya lo había estudiado en la carta y en el portulano.
Pero lo que
podía observar por su bocana, maniobrando desde el comercial, estuve pensando
en el “plan B” en caso de contingencias en el atraque.
Pensaba abarloar en un
pequeño hueco.
Pero observé que había marineros en el pantalán ayudando a otra
maniobra anterior.
Así que después de cuatro vueltas en el comercial, decido
enfilar la bocana y atracar de proa para evitar maniobras comprometidas, ya que
también el viento venía en esa dirección.
Y así fue como Telémaco entró en su amarre
sin problema a pesar de la fuerza 7 que establecida continuó soplando un buen
rato.
Al día siguiente, enfilé de nuevo la salida. Ahora ya en
solitario, con fuerza 6 largué amarras y enfilé el estrecho dirección sur. El
viento soplaba con fuerza 7 y había marejada. Decido sacar la trinqueta y con
ella, y media mayor, navego a 6 y 7 nudos. Una gozada de navegación.
He de confesar que lo disfruté, pero en un momento tuve
miedo.
Lo tuve un instante, hasta que tomé consciencia de este sentimiento y
comprendí su absurdo.
Opté por disfrutar la experiencia.
El mar estaba bravo.
El viento del norte, potente. Tenía frío, tuve que abrigarme.
Sentí el
silencio. Sólo oía el mar y el viento.
El sol estaba radiante.
El Etna quedaba
a mi estribor, alto, impresionante, majestuoso.
Poco a poco voy saliendo del
estrecho de Messina.
Y navegando de esa manera, después de amainar el viento y
permitirme enrollar la trinqueta y sacar génova y ya toda la mayor, fui
navegando hasta la caída del día que fondeé al sur de Ronccella Iónica, al pie
del castillo.
El mar estaba en calma total.
Pienso que sólo cuando has pasado
momentos duros, como la salida de Messina, aprecias más, muchísimo más, las
calmas, el estar fondeado en una playa desierta, observar la luna y las
estrellas, y sentirme.
Sentirme profunda e intensamente.
Y sonreír, y sentirme
feliz de estar ahí, de haber llegado, de estar presente.
Y doy gracias por
ello.
Al día siguiente, rumbo a Crotone.
Llegando, al observar la
situación de los aerogeneradores en medio de la población, me hizo pensar qué
hubiese pasado en nuestro país si tal cosa ocurriese:
Fondeé dentro del “Porto Novo” de Crotone,
en un fondeo
donde sólo había otro barco más.
Fondo de lodos, que al día siguiente me dio un
trabajo adicional para limpiar ancla y cadena.
Al día siguiente continué navegando rumbo a Santa María di
Leuca,
última ciudad itliana antes de cruzar a Grecia.
El viento se estableció
en fuerza 5 y 6.
Estuve navegando sin un solo bordo, a un descuartelar y entre
5 y 6 nudos.
Otra “castaña”.
Nada permanece para siempre. ¿Tengo miedo?, no.
Tengo prudencia.
El barco responde bien a los avatares de mar y viento.
Otra
linda navegación.
Un regalo de los últimos días en Italia.
Pero ocho horas más tarde todo cambia de nuevo.
Baja el
viento, baja el mar.
Nada es para siempre.
La cuestión es “mantenerse a flote”
y disfrutarlo.
¿Tendré que poner el motor?
Me doy cuenta que ahora puedo estar
de pie sin caerme,
que antes sólo podía permanecer tumbado.
Y, a la caída de la
tarde, ¡Santa María di Leuca a la vista!
Con su famoso faro, el segundo más alto de
Italia.
Decidí entrar a puerto para hacer unos arreglos antes de
entrar en Grecia.
A parte de cargar agua y gasoil.
Resguardado por el espigón de poniente del puerto hay un
buen fondeadero. La bocana es peligrosa, ya que de la mitad de ella hasta el
farolillo rojo no hay más de 1,5 metros.
No pudo faltar el subir a la basílica, por la carretera,
aunque luego bajara los 285 escalones.
En Leúca cambié
el aceite y filtro del motor, y algún fallo eléctrico que tenía en la nevera.
Colada, limpieza, baldeo.
El barco necesita baldeo ya que había embarcado mucho
agua navegando desde Crotone.
El salitre de estas aguas, en la cubierta, eran granitos de sal.
Súper salada.
Y tuve tiempo para observar mi alrededor.
Vi que mi mundo es
pequeñito,
sólo mi barco, mis recuerdos, mis libros, mis pensamientos y mi
consciencia.
Consciencia de estar viviendo este momento.
Y me doy cuenta que
esto último es lo verdaderamente importante.
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