El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

martes, 19 de junio de 2012

36.- Del Estrecho de Messina a Santa María de Leuca


Telémaco entró en Messina con buena mar y viento.
A las 08.30 UTC estaba en la boca norte, con vientos portantes.

Quise que Telémaco estuviese a esa hora porque era cuando la corriente en dirección sur empezaba a establecerse: 1 hora y 45 minutos antes de la pleamar en Gibraltar.


Fue sorprendente ver los pescadores de pez espada con esos barcos especialmente adaptados:


Son conocidos los famosos remolinos que e forman tanto a una banda como a otra del estrecho.
Me preocupé de evitarlos, siempre al timón.

Pasado el puerto de Messina, rumbo a Regio di Calabria,
se podía observar una raya clara en el mar donde había viento.
Era pasar de la nada al todo.
Efectivamente, ahí, pasada esa “línea”, el viento comenzó súbitamente a subir hasta establecerse en fuerza 7, del norte.
De fuerza 2 ó 3 pasó “de golpe” a  fuerza 6 y 7.


De esa manera entramos en el puerto comercial de Regio di Calabria,
dentro del cual está el pequeño deportivo.
Había leído lo difícil que resultaba maniobrar en el deportivo por lo pequeño que era.
Y por eso mismo estaba doblemente preocupado.
De forma que opté por entrar en el puerto comercial y desde ahí analizar, en las medidas de las posibilidades, el deportivo. Ya lo había estudiado en la carta y en el portulano.
Pero lo que podía observar por su bocana, maniobrando desde el comercial, estuve pensando en el “plan B” en caso de contingencias en el atraque.
Pensaba abarloar en un pequeño hueco.
Pero observé que había marineros en el pantalán ayudando a otra maniobra anterior.
Así que después de cuatro vueltas en el comercial, decido enfilar la bocana y atracar de proa para evitar maniobras comprometidas, ya que también el viento venía en esa dirección.
Y así fue como Telémaco entró en su amarre sin problema a pesar de la fuerza 7 que establecida continuó soplando un buen rato.

Al día siguiente, enfilé de nuevo la salida. Ahora ya en solitario, con fuerza 6 largué amarras y enfilé el estrecho dirección sur. El viento soplaba con fuerza 7 y había marejada. Decido sacar la trinqueta y con ella, y media mayor, navego a 6 y 7 nudos. Una gozada de navegación.


He de confesar que lo disfruté, pero en un momento tuve miedo.
Lo tuve un instante, hasta que tomé consciencia de este sentimiento y comprendí su absurdo.
Opté por disfrutar la experiencia.
El mar estaba bravo. El viento del norte, potente. Tenía frío, tuve que abrigarme.
Sentí el silencio. Sólo oía el mar y el viento.
El sol estaba radiante.
El Etna quedaba a mi estribor, alto, impresionante, majestuoso.
Poco a poco voy saliendo del estrecho de Messina.

Y navegando de esa manera, después de amainar el viento y permitirme enrollar la trinqueta y sacar génova y ya toda la mayor, fui navegando hasta la caída del día que fondeé al sur de Ronccella Iónica, al pie del castillo.
El mar estaba en calma total.

Pienso que sólo cuando has pasado momentos duros, como la salida de Messina, aprecias más, muchísimo más, las calmas, el estar fondeado en una playa desierta, observar la luna y las estrellas, y sentirme.
Sentirme profunda e intensamente.
Y sonreír, y sentirme feliz de estar ahí, de haber llegado, de estar presente.
Y doy gracias por ello.

Al día siguiente, rumbo a Crotone.

Llegando, al observar la situación de los aerogeneradores en medio de la población, me hizo pensar qué hubiese pasado en nuestro país si tal cosa ocurriese:


Fondeé dentro del “Porto Novo” de Crotone,
en un fondeo donde sólo había otro barco más.

Fondo de lodos, que al día siguiente me dio un trabajo adicional para limpiar ancla y cadena.

Al día siguiente continué navegando rumbo a Santa María di Leuca,
última ciudad itliana antes de cruzar a Grecia.

El viento se estableció en fuerza 5 y 6.
Estuve navegando sin un solo bordo, a un descuartelar y entre 5 y 6 nudos.
Otra “castaña”.
Nada permanece para siempre. ¿Tengo miedo?, no. Tengo prudencia.
El barco responde bien a los avatares de mar y viento.
Otra linda navegación.
Un regalo de los últimos días en Italia.

Pero ocho horas más tarde todo cambia de nuevo.
Baja el viento, baja el mar.
Nada es para siempre.
La cuestión es “mantenerse a flote” y disfrutarlo.
¿Tendré que poner el motor?
Me doy cuenta que ahora puedo estar de pie sin caerme,
que antes sólo podía permanecer tumbado.

Y, a la caída de la tarde, ¡Santa María di Leuca a la vista!
Con su famoso faro, el segundo más alto de Italia.


Decidí entrar a puerto para hacer unos arreglos antes de entrar en Grecia.
A parte de cargar agua y gasoil.


Resguardado por el espigón de poniente del puerto hay un buen fondeadero. La bocana es peligrosa, ya que de la mitad de ella hasta el farolillo rojo no hay más de 1,5 metros.

No pudo faltar el subir a la basílica, por la carretera, aunque luego bajara los 285 escalones.



En  Leúca cambié el aceite y filtro del motor, y algún fallo eléctrico que tenía en la nevera.
Colada, limpieza, baldeo.
El barco necesita baldeo ya que había embarcado mucho agua navegando desde Crotone.
El salitre de estas aguas, en la cubierta, eran granitos de sal. Súper salada.

Y tuve tiempo para observar mi alrededor.
Vi que mi mundo es pequeñito,
sólo mi barco, mis recuerdos, mis libros, mis pensamientos y mi consciencia.
Consciencia de estar viviendo este momento.
Y me doy cuenta que esto último es lo verdaderamente importante.

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