El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

domingo, 10 de junio de 2012

34.- De Carloforte a Ústica, puerta de las Eólias.


En Carloforte Telémaco pudo descansar.
El tiempo necesario para emprender la ruta en búsqueda de Messina.
A las 10.30 largamos amarras.
Me acompaña Pilar, amiga del "Ralip".
El viento sopla suave del tercer y cuarto cuadrante,
apenas fuerza 1 ó 2.
Con las velas va ganando millas.


No faltan los delfines.
Una espléndida pareja, de un tamaño que todavía no había visto:


Fondeamos en las proximiddes de Porto de Malfatano, en su lado este para descansar y pasar la noche.
La meteo nos da una previsión de fuerza 6 para dentro de dos días.
Por eso decidimos levantar fondeo al día siguiente y tomar refugio en Cagliari.
Así, por la mañana, con fuerza 6, de morro como no podía ser menos en el Mediterráneo, Telémaco pone rumbo a puerto.


Las “torres aragonesas2, que plagan la costa de Cerdeña.
Ésta ya en el golfo de Cagliari, procurando puerto:

Entrada al puerto de Cagliari:

Incesante el vuelo de los flamencos, hacia la “laguna”:


Cagliari de noche. Luna llena:

Dos días después, a las 9.00 repostamos y toma rumbo a Ústica.
Casi 200 millas por delante. Dos noches más.
Hora prevista de llegada a Ústica: de 11 a 14 horas.
Todo depende del viento. Y del mar.

Tomo nota de las características del faro de Ústica:
intermitente blanca, tres destellos, con 15 segundos, cubriendo 25 millas.
Vigilo, pero tarda en aparecer.

Hay mucha luna, casi llena.
Pero todo llega. Ústica a la vista:

Entramos a puerto,
un espacio apenas para 4 ó 5 barcos
salvo que te abarloes a algún lugareño –pero que ofrece pocas posibilidades–.

Ancla a pique, fondo de 5 metros, y doy atrás hasta el muelle.
Allí me recogen las amarras lugareños y ayudan a atracar.
Todo a la primera.
¡Empezamos bien!

Ústica es la morada de Eolo,
quien administra los vientos de las Eólias desde aquí.

No abriremos la bolsa de vientos, como hizo Ulises.
Nosotros queremos llegar al Jónico antes de esos veinte años que tardó Ulises después de Troya.

Visita a la pequeña ciudad –en toda la isla, dicen, unos 1.000 habitantes perennes–,
compras y un ligero paseo en un minibus urbano, público,
cuyo conductor no quiso cobrar 1,20€ como deferencia.
Ni una señora quiso cobrar laurel que necesitaba para cocinar.
Ni el bus que nos llevó del puerto a la plaza del pueblo.
Gracias.


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