El impulso de querer sentir la aventura de vivir
navegando por la vida.

Viajar, la expresión del tiempo que pasa.

viernes, 22 de julio de 2005

4 - La fiesta de despedida.

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En el pantalán nueve, abarloado, Telémaco tuvo un día ajetreado. Primero el supermercado, luego las verduras y frutas frescas, cosas para la seguridad, y cosas para el confort físico, mental y espiritual. Y los últimos toques de Rik.

He perdido la vista. Y no porque me pusiera ciego en la fiestecita, no. Es que he perdido las gafas de ver. La de leer las cartas, la de ver los botoncitos de la radio, la de leer la electrónica, y la de mi querida navegación por estima. Suerte que tengo un apañillo de emergencia de cuando era un poco más joven, y con esas iré tirando hasta que pueda solventarlo en algún puerto. Mientras, navegaré a tientas, que es un paso más a hacerlo por estima. Así, si acierto, también subirá la otra estima, la mía.

Eran las nueve de la noche, y Rik estaba más sudado que el pato Wily, mascota del puerto. Con el trabajón de organizar todo y de buscar las gafitas dichosas, se me echó la hora encima. Y empezaron a llegar los amigos. Once en total. También estaban los virtuales, que me llamaron para excusar ausencia por fuerzas mayores. Como tuve que ponerme decente para la cena, pues me tomé la libertad de desaparecer. Y en mi ausencia, los queridísimos cofrades hicieron un escáner del barco y empezaron a preparar la cenita. Cada uno había aportado material. Exquisiteces por aquí, exquisiteces por allá. Pero lo que más cundió fue la bebida. Claro que fue un día de muchísimo calor. Y todos estaríamos deshidratados. Yo estuve contento con la bebida porque por fin pude darle salida a una botellita de mosto Grey y otra de Fanta Limón, que hacía unos mesesitos me ocupaban sitio en la nevera. Bien fresquitos que estaban, sí señor. Ah, bueno, sí, y un surtidito de frutos secos, deliciosos. Pero los puñeteros frutitos esos se fueron rodando por el suelo de la bañera. Claro, que los amigos se esforzaron en extremo en recogerlos con cariño y esmero en plena oscuridad de la noche.

Resulta que para que el barco estuviera lustroso y guapo para el crucero, se me había ocurrido contratar la limpieza. Y la verdad, que estaba limpio y guapo por la tarde. Y ahora es cuando tengo claro, realizada con prueba científica, que por la noche todos los cacahuetes son pardos. Porque creía que los frutitos secos, esos frutitos secos, eran cacahuetes. Pues no. Por la mañana vi que no. Que había cacahuetes, quicos, y alguna otra cosa de un color semejante, pero ya irreconocibles porque estaban triturados y maceraditos en la teka de la bañera. Alguien dijo la noche anterior que les podemos llamar pc. Que sirve para lo de siempre y también para llamarles “p” cacahuetes.

Tuvimos conversaciones marineras, naturalmente. Y mundanas. Chistes y música. Nada de habaneras, que las había. Nada de ron, que también lo había. Cava y más cava. Pero mucha más paz y alegría entre todos. Claro, que teníamos a Paz con nosotros.

Fue una velada emotiva, que agradezco mucho. Me sentí muy acompañado. Manel estuvo atento en todo momento para ayudar y aportar desde cava hasta génova. Eres un genio.Gracias.
Ya era entrada la madrugada cuando nos despedimos. Manel y yo acompañamos y ayudamos a largar amarras a los amigos que volvían al Garraf con su barco.
Volví a Telémaco. Y ese momento fue especial en mis sentimientos. Fue pleno. Sentí que ya había llegado el momento. Era como entrar en la sacristía, antes del oficio. Como retirarte para afrontar situaciones mayores. Como el torero antes del paseíllo. Solitario. Con Telémaco. Y la luna, que ayer fue llena, mirándonos. Enviándonos un susurro con su reflejo en la dársena de levante. Ahí estaba yo, tranquilo, templado, abierto, abarloado frente a la bocana, ella desafiante, como la puerta de toriles. Retadora, acogedora, valiente. Y el resto de la noche por delante. Pero este momento, éste, será irrepetible. Gracias.

Para mí es importante. Nunca anteriormente he vivido una experiencia como la que pretendo. Para mí, insólita. A mis años, increíble. Para mi familia, desconcertante. Pero una pura y simple realidad de querer vivirla. Como la vida.

Me preguntaron por qué miente el carnet. Y no es que mienta, no. Miente la letra allí impresa. Porque lo que pasa es que me siento mucho más joven por dentro. Pero también porque lo que es la “fecha de nacimiento”, que es lo que allí dice, lo que es nacer, tenemos que hacerlo cada día. Cada momento. Nacer es la vida. La vida es re-nacer cada uno de esos pequeños momentos que corren por nuestras venas. Nacer y resucitar en cada momento. Porque creyendo que hay otra vida, la de aquí cuenta más. Porque es la realidad de cada día. Y por eso hemos de hacer de aquí el paraíso, y nuestra resurrección. Cada momento. Los nuestros. Por eso miente el carnet, o, peor todavía para muchos, tomamos a pie juntilla lo que nos dice.

A dormir. Muak, muak, hasta mañana.

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